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Una navidad en familia

Paulina García González

Hoy desperté al recordar mis últimos días en familia. ¿Cuáles fueron? No recuerdo si fueron hace 10 u 11 años; en todo caso, ha transcurrido bastante tiempo ya. ¿Qué es la familia sino núcleo de la sociedad? Núcleo de la felicidad y desarrollo de todo niño o niña.

Y ahí estaba yo, descubriendo lo que era la vida. Vida que hasta ese momento no era sino belleza, sonrisas y abrazos cálidos de mis padres y hermanos. ¿Qué es la vida para una niña de 12 años? Es amor; la vida es amor, era amor para mí.

Todos los días eran gratos, despertar a las nueve de la mañana, abrir los ojos y ver el sol. Respirar tranquilamente y bajar a desayunar con mis hermanos. Mamá despertaba antes para tener listo el desayuno. Papá salía a trabajar. Ese era mi concepto de familia.

Hoy desperté al recordar mis últimos días en familia y vinieron a mi memoria imágenes de la última navidad que pasamos juntos. Era una niña bajita, morena, sonriente aunque un tanto berrinchuda, pero sobre todo era de esas niñas que podían pasar horas escribiendo. ¿Qué y por qué? Nada en particular y porque las letras eran mis amigas.

Así fue como un día de diciembre decidí escribir cartas de navidad para cada uno de los integrantes de la familia. Las coloreé, sellé y hasta decoré con brillantina. Mis ojos brillaron al reflejar los destellos dorados de la decoración pensando en el detalle que todos recibirían y así todos tendrían al menos un regalo.

Yo soy diferente ahora. En ocasiones no hay color dorado, ni brillantina y mucho menos brillo en mis ojos. Los recuerdos de días felices nos hacen o más contentos o más tristes, según sea el caso, y sobre todo si no se llegan a tener hermosos días como los ya vividos.

La navidad para mí, la navidad para una niña que nació en México, en una sociedad patriarcal, en una familia tradicional, que creció en un pueblo situado en Jalisco, a quien le enseñaron a contar hasta diez, que peinaba muñecas y creía que ser madre era lo mejor del mundo, que se miraba al espejo y tenía preguntas pero al ver a su familia se esfumaban… la navidad para esa niña lo era todo.

Y hoy pensando en aquella última navidad en donde lo mejor era la reunión de toda la familia, las bromas, las sonrisas, la cena, los regalos, que aunque pocos, se hacían muchos porque siempre iban acompañados de abrazos; hoy, pienso en aquel día, aquella noche de diciembre de dos mil y tantos en donde fui feliz. Lo pienso, lo recuerdo, lo siento, lo extraño, lo anhelo, lo lloro desde esta triste silla de oficina gris a la que asisto día con día para vivir en ese otro mundo que no conocí de pequeña pero que el jefe dice, es el mundo real.


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