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Reflexiones sobre un comienzo

Verónica Patricia Fernández Serrano


La vida escolar se define por ciclos; según el nivel, se presentan con variaciones. En el caso del bachillerato, nuestra rutina se amolda a los dos correspondientes al inicio y el cierre del semestre, con el intermedio de las vacaciones de primavera (en Semana Santa). Como profesor, el inicio se carga de esperanzas renovadas y de la energía propia del descanso de las vacaciones.

Inevitablemente, viene a mi mente otro gran comienzo: el del primer día que estuve en un salón, ante un grupo de estudiantes que quizá albergaban la misma expectación, el mismo nerviosismo y, a la vez, el mismo anhelo de seguir adelante, deseosos de nuevas experiencias y nuevos conocimientos. (El cual, desde luego, fue el inicio de un ciclo fundamental en mi vida personal y profesional.)

Ya pasaron algunos años desde entonces. Los momentos agridulces transcurridos desde aquel lejano día me colocan en una posición diferente a la que soñaba en esa época. Lo mejor de todo es que aquí sigo, en un nuevo comienzo y trayendo a mi mente aquellas imágenes.

En el caso de la Universidad de Guadalajara, este comienzo reviste una importancia especial porque, en breve, nos enfrentaremos a una transformación que no se daba desde hace algunos lustros. El BGC (Bachillerato General por Competencias) se transforma. ¿En qué? Se trata de un secreto muy bien guardado, el cual se nos revelará el día previo en que debamos implementarlo en el salón de clases.

Para ese nuevo comienzo alberguemos las mismas expectativas y esperanzas renovadas de que, como todo inicio, se transformará en una puerta de acceso a la transformación, para bien.

Olvidemos ese sabor amargo que a veces nos deja la certeza de que los nuevos planes y los nuevos programas se diseñaron desde escritorios, desde posiciones ajenas a lo que representa el trabajo diario en el aula; dejemos de lado también el hecho de que, si colegas que comparten los mismos afanes y las mismas experiencias en el día a día en el salón se encargaron de tan ingrata tarea, estos comparten visiones y maneras de hacer las cosas diferentes a las nuestras; es decir, si pudiéramos objetar los contenidos, los enfoques, las propuestas, la experiencia de los años nos permitirá ajustar todo a nuestra capacidad, a nuestra visión y a lo que creemos que permitirá a los bachilleres asimilar de mejor manera los procesos, los conceptos, y los conocimientos.

La educación, además, es un todo complejo, y el trabajo en el aula es sólo una parte. Un sinfín de factores inciden para que este inicio concluya con un final alentador. Cada alumno, en sí mismo, se transforma en un factor. Yo, como profesor, desde luego que también lo soy. Que cada uno ponga su esfuerzo, sus capacidades para lograr un cierre, quizá con desgaste, con agotamiento, pero con la certeza de que el ciclo comenzará de nuevo y con él habrá nuevas expectativas.


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