La lectura, el espacio de la vida

Calificar, en la Sala de Lectura, como exitosa o, por contraparte, como un estrepitoso fracaso, una actividad específica, no es una tarea sencilla ni mucho menos definitiva. Un sinfín de circunstancias —incluidas las hormonales— pueden convertir una hora de trabajo que nosotros, como promotores, conside­ramos ordinaria, en un momento decisivo en el desarrollo emocional e intelectual de alguno de los participantes. Al contrario, pudiera ocurrir que si implementamos una actividad que tenemos muy trabajada y que ha probado su eficacia una y otra vez, deje indiferente y al borde del bostezo a nuestro auditorio. Pero al mar­gen de ambas posibilidades —extremas y poco frecuentes, al menos eso quiero creer sobre todo de la segunda—, los años de experiencia se inclinan hacia cier­tas lecturas o a la implementación de mecanismos y procedimientos que suelen dejar satisfechos a un buen porcentaje de los asistentes a nuestra Sala de Lectura.

En las siguientes líneas referiré unas cuantas actividades a las que recurro de manera constante y que se han convertido en estímulo suficiente para seguir adelante en el poco abonado —y, por tanto, con frutos escasos y poco visibles, excepto por la simpatía que despierto entre mis alumnos— terreno de la promo­ción de la lectura.

Hablaré en primer lugar de algo que yo llamo “mensajes del más allá”. Con esas palabras inicio la actividad del día. “Niños”, digo para captarla atención de los estudiantes, “les traigo mensajes del más allá”. A continuación reparto, en trozos de papel de un octavo de cuartilla, los poemas breves que José Emilio Pache­co tradujo de diversos poetas griegos.

Mientras los reparto, con la cara impresa oculta o doblados —pidiendo que no los volteen o no los desdoblen—, doy una breve explicación sobre los textos, pertenecientes a las “Aproximaciones” incluidas en la antología Tarde o tempra­no, y algunas referencias sobre los poetas y la poesía (si en otra ocasión no hemos abordado este tema). Ahora sí les pido que miren los textos y que, quien así lo desee, lo lea en voz alta. La primera ventaja de esta lectura es que se trata de epigramas, poemas breves de dos, tres o máximo cinco líneas, que se pueden leer varias veces y se disfrutan mejor. Quienquiera puede comentar los poemas. Los que tienen más éxito son los siguientes:

Si te ofendí al besarte, si te parece
una ofensa grave el besarte,
desquítate, anda, págame
con la misma moneda

de Estratón;

De la copa que pruebo no importa el vino:
sólo quiero la huella de tus labios

de Agatías; yo, por mi parte, llamo la atención sobre los siguientes poe­mas:

No era.
De pronto fui.
Ya no soy.
(Si añades algo más
será mentira)

anónimo, y

Desnuda te recuestas en el frío mármol
que no puede tocarte

 

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