Algunas sospechas sobre la educación actual en el bachillerato

 

¿Quiere ser libre? Llene este formato


Decía Rousseau que los seres humanos no podemos no ser libres, pues la libertad es intrínseca a nuestra naturaleza. En La educación encierra un tesoro se sostiene algo semejante, al afirmar que la educación actual debe, como nunca antes, fomentar en las personas la libertad de pensamiento, de juicio, de imaginación. No estoy seguro de que el ambiente académico, tal como lo conozco, sea un recinto de la libertad. Nos hemos preocupado más por colocar las ideas en el recuadro correcto que por generar ideas nuevas, innovadoras, con todo y su propensión al fracaso. Ejercemos nuestra libertad a medias y a duras penas la fomentamos en nuestros alumnos.

Veo que en ámbito académico cada vez son más frecuentes sustantivos como planeación, control y estrategia, verbos como evaluar, registrar, cotejar y adverbios como eficazmente. Veo también que mis compañeros cumplen con varias tareas: entregan sus planeaciones en el formato asignado, registran las asistencias de sus alumnos con puntualidad cada mes y ponen a prueba, con una pila de portafolios, sus bíceps y la amplitud del maletero al final de cada módulo. Varias veces cada semestre desde hace un par de años veo por ahí a estudiantes que, afanosos y apresurados, completan un portafolio de desempeño en un solo día.

Realizar estas actividades, ¿qué tanto favorece el aprendizaje de los alumnos? Percibo que cada vez trabajamos más en términos administrativos y actuamos menos en términos académicos. Me queda claro que ahora los docentes nos llevamos más trabajo a casa. Me queda claro, también, que no es trabajando menos como la educación saldrá adelante. Pero desconfío de que estemos jalando la carreta en el sentido correcto. Pasamos cada vez más tiempo registrando y cada vez menos horas creando. Me he topado con que en algunas instancias más grave resulta la clase apropiada en el formato incorrecto que lo contrario.

Corremos el riesgo de desperdiciar algunas propuestas fantásticas de los cambios más recientes en la educación. Confundimos con facilidad la excelencia académica con la eficacia administrativa.  Buscando la eficiencia descuidamos la libertad, que no encaja en formato conocido.


Un horno para guardar sartenes

Conozco varias familias en las que la repostería es un deporte olímpico, porque se practica cada cuatro años. Durante buena parte del tiempo el horno de la estufa es un simpático almacén de cacerolas, ollas y tapas metálicas.

El sistema educativo corre el riesgo de convertirse en un horno para guardar sartenes, pues de un tiempo a la fecha nos hemos preocupado más por organizar clases que por crear experiencias de aprendizaje. Desperdiciamos así el potencial creativo de la educación, todo para favorecer tareas que nos permitan organizar, controlar y evaluar. Y sí, la educación encierra un tesoro: pero no el que metemos en ella, sino el que de ella sacamos.

En fin, decía al comienzo que la escuela sí es útil: podemos agregar que fomenta las destrezas administrativas en el cuerpo docente; forma mujeres y hombres libres cuando los invita a decidir si completar  a tiempo o en el último minuto el portafolio de actividades; y, de un tiempo a la fecha, crea sujetos que recogen evidencia cada vez más contundente sobre una educación obesa: malnutrida pero adicta a los parámetros, las tablas y el presupuesto.

 

 

 

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