4. Actitud y argumentos de algunos teólogos

Ya realizada la labor de conquista fue común encontrar opiniones contrapuestas respecto a la actitud de los españoles. En la península los teólogos hacían uso constante de las tesis de la escolástica medieval y los atropellos sufridos por los aborígenes eran duramente criticados. A continuación se hace relación de las principales ideas, así como de sus pensadores:

a) Tesis de Santo Tomás de Aquino: Principia la exposición razonada de Santo Tomás arguyendo que del orden natural proviene el derecho de propiedad; esta razón natural le otorga el poder estatal a los príncipes paganos; es decir, el poder que ellos ostentan es legítimo. Combatía la postura de jurisdicción papal argumentando que dado que Cristo no quiso ser príncipe terrestre, tampoco el papa debería ostentar dicho cargo.

b) Fray Bartolomé de las Casas: Es común encontrar este nombre en aquella lista que señala a los defensores de los indios ya una vez establecida la colonia. Curioso caso de un encomendero que, arrepentido, vuelve sus ojos a la vida piadosa del régimen regular con la orden dominica. Hasta el cansancio combatió los falsos argumentos jurídicos de los títulos de conquista, y entre sus logros se cuenta el haber colaborado con el obispo Zumárraga para lograr el enjuiciamiento del sanguinario Nuño Beltrán de Guzmán. Hacia 1542 el soberano Carlos V mandó acallar los reclamos por los que Bartolomé de las Casas luchaba, y haciendo omiso caso publicó un documento en el que manifestaba que las conquistas españolas en el Nuevo Mundo eran “innovaciones violentas y de crueles tiranos, condenados no sólo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas” (Konetzke, op. cit.). Argumentaba el dominico que las conquistas no tenían sustento legal alguno y pedía, en encendidas arengas, que se tomaran por nulos todos los actos de la conquista, así como que se restituyeron las ocupaciones a sus señores naturales. Cuentan que fue tal la conmoción del emperador, y tales sus remordimientos, que quiso devolver los reinos del Perú a los príncipes incaicos. De esto, claro, no existen pruebas. Lo cierto es que a partir de las ordenanzas de 1573 se sustituyó el término “conquista” por el de “pacificación”. Seguramente fray Bartolomé de las Casas hubiese querido algún efecto más práctico y verdadero que una simple modificación terminológica.

c) Las bulas papales:6 De capital importancia, como tantas veces se ha dicho, fueron las bulas papales, cuyo fundamento se encontraba en la idea del dominio mundial que ostentaba el papa, quien tenía poder directo sobre asuntos seculares y de soberanía.7 Este fue un excelente justificante para el avasallador dominio español.

De trascendencia en la época fue la opinión del jurista Palacios Rubios al respecto, quien sostenía que la soberanía del Nuevo Mundo la tuvo, desde la llegada de Jesucristo, el papa, y que ahora correspondía enteramente a España por encargo evangelizador de aquél. Al doctor Palacios Rubios se le atribuye la redacción del famoso requerimiento, documento por el cual el capitán español hacía saber a los indios que venía en nombre de un rey poderoso y respaldado por la donación papal, a incorporar sus tierras a los dominios de aquel rey y a darles la fe católica, lo cual hacían mediante una perorata evangélica que robustecía el propio acto.

Dicho requerimiento tiene su precedente en la conquista de Canarias, y ya antes del mismo los primeros conquistadores requerían a los indios de forma verbal. Es el caso de la entrevista que tuvo Cortés con Moctezuma, según lo atestigua Bernal días del Castillo: “De la grande y solemne recibimiento que nos hizo el gran Montezuma a Cortés y a todos nosotros en la entrada de la gran ciudad de México”, y “Capítulo XC. Cómo luego otro día fue nuestro capitán a ver al gran Montezuma, y de ciertas pláticas que tuvieron” (Díaz del Castillo, 2006).

Esta postura, como ya vimos, encontró tope en la idea de la escolástica española tardía, cuya tesis era la libre prédica, misma que debería ser un derecho natural y divino. Quienes contraatacaban las ideas de la escolástica medieval tardía en España reargumentaban diciendo que el propósito era evangelizar. Así se despertó entre algunos conquistadores una falsa conciencia de redentores divinos, pues la realidad era muy distinta y, sus fines, de connotaciones meramente políticos y económicos.

d) Juan el Mayor (ver Konetzke, op. cit.): Fue un teólogo escocés que procuró legitimar la conquista, hacia 1510, argumentando que el príncipe cristiano tenía la obligación de propagar el culto del Dios verdadero, y que esto se volvía más fácil si penetraba en los países de los infieles, deponiendo a sus príncipes y erigiendo, en lugar de éstos, autoridades cristianas. Decía además que tal intervención, para la defensa de inocentes, motivada por el amor cristiano al prójimo, podía constituir una legitimación del dominio español en América.

e) Idea imperial universalista: Este fue uno de los más recurridos fundamentos de dominio y legitimación teórica del imperio de los españoles en ultramar, mismo que no dejó de ser atacado por la ideología de la escolástica española tardía. El pensador más representativo de esta teoría imperial universalista fue, sin duda, Miguel de Ulcurrum, quien publicó por esos años su obra Catholicum opus imperiale regiminis mundi, que basado en el Jus gentium postulaba la integración de los reinos en una comunidad internacional.8

5. Recurso de ataque a la legalidad de los imperios y señoríos encontrados

De muy particular mención es este curioso recurso instado por el entonces virrey del Perú, Francisco de Toledo, quien hizo redactar las “Informaciones acerca del señorío y gobierno de los indios”. Es decir, se intentó impugnar los derechos que, respecto a la soberanía autóctona, tenían los príncipes aborígenes.

El virrey mandó hacer un interrogatorio entre los indígenas quechuas; se les preguntó acerca de sus tradiciones, su cultura, su historia: los antecedentes del imperio incaico. De las respuestas se dedujo el descubrimiento de que dichos príncipes nunca habían dispuesto de su autoridad, ni a través de una vía electiva, ni por herencia, con que los españoles —según opinión de dicho virrey— al tomar posesión del imperio incaico, no hicieron sino deponer a una especie de invasores y tiranos.

Las respuestas de esa encuesta, así como las deducciones de Toledo, fueron remitidas al emperador Carlos V, por medio de una carta panegírica donde lo primero que se decía al monarca era: “Vuestra majestad es legítimo señor de estos reinos”.

6. Pretexto de introducción de la civilización

Este no menos despreciable argumento, colocaba automáticamente a los invasores españoles en una postura de franca superioridad; se creían aptos y benévolos, siendo que lo incomprendido por ellos era que estaban ante una forma totalmente distinta de ver la vida, una cosmología diferente, donde dada su evolución particular, en la mayoría de los poblados, no existía la ambición ni el espíritu de competencia que en Europa había producido, con los excedentes, la riqueza a base del trabajo con miras a almacenar, a acumular; pues el indígena —se recordará— tenía mayor tranquilidad —fuera de los grandes núcleos de población— y producía lo que estrictamente necesitaba.

Esto, una cosmovisión más auténtica y natural, fue visto por los españoles como haraganería y conformismo, pues los altaneros y ambiciosos españoles no entendían el sentido de vivir de los indígenas; y a sangre se le hizo al indio entrar en el sistema avaricioso de la riqueza que imponía el español argumentando “civilización”.9

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