La verdad de las cosas, yo les digo
que en esta vida moderna no hay tiempo para llorar.
Llora uno por dentro mientras viaja en el camión,
se traga las lágrimas una hora de recorrido amargo
hasta llegar al trabajo
y estando ahí... tampoco hay tiempo para llorar.
Te dispones a revisar los reportes,
saludar al compañero de al lado
cuando solo quieres sentarte a llorar.
Y cuando uno sale de trabajar,
caminas por la calle y te cuidas de un asalto,
debes tener los ojos atentos y entonces
tampoco puedes llorar.
Llegando al hogar
hay infinidad de pendientes en casa
en donde tampoco hay tiempo para llorar.
Se lavan los trastes, corre el agua y se imagina uno
que son las lágrimas que ruedan...
Llega la noche, es momento de ver la TV un rato.
Más noticias atroces y dan más ganas de llorar.
Si acaso lees un libro no hay con quién compartir
la muerte del personaje y también con eso
dan ganas de llorar.
En esta vida moderna no hay un hueco,
un recoveco, un espacio en donde uno,
sin ser juzgado de depresivo,
inadaptado o hipersensible,
pueda sentarse a llorar.