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Cotidianas

Cónyuge Sobreviviente

Margarita Hernández Contreras

La autora radica en Estados Unidos desde hace ya tres décadas.
Desde entonces, como todos los ciudadanos del país, ha tenido
que hacer su declaración de ingresos ante el IRS (Servicio de
Impuestos Internos, según San Google) el equivalente
estadounidense del SAT (que ella conocía como SHCP).
En EU, el 15 de abril es la temida fecha porque se tiene hasta
la medianoche para entregar la declaración de ingresos del año
tributario anterior. Antes de internet, en las oficinas de correos
se veían filas de coches de varias cuadras para depositar la
declaración cuyo matasellos debía indicar que se envió antes de
la medianoche. Si no, a pagar multas y recargos.

Los dos años después de la muerte de mi marido, me declaré Viuda Calificada. Al tercer año, 2023, fui Cónyuge Sobreviviente. Ese es mi estatus ante el IRS. ¿Qué sabe el IRS de la experiencia humana que es el duelo? Todo lo que sabe son números y dólares. Mi segundo año como Viuda Calificada tuve que pagarle al IRS 1,300 dólares adicionales, en lugar de recibir un reembolso si se hubiese aceptado mi estatus de Viuda Calificada. Ese estatus seguro lo perdí independientemente de lo apuntado en mi formulario 1040. Ahora estoy en espera de ver si reúno sus requisitos para el estatus de Cónyuge Sobreviviente.

Estimado IRS: permíteme llamarte “estimado”. ¿Por qué? Porque sí entiendo la importancia de contribuir a nuestra sociedad mediante el pago de impuestos. Por eso es que no te digo “Uncle Sam” o “The Man”.

Estimado IRS: Soy Viuda “Calificada”. Tal vez no satisfago tu definición, pero soy calificada: sabes, la muerte me arrancó a mi esposo de tajo.

El gobierno de EU me envió $255 como un “beneficio por deceso.” Supongo que ese monto tiene como fin ayudar con los gastos funerarios, pero objetivamente, es bastante chistoso, tanto que el tal Jerry Seinfeld debiese hacer un chiste con ese dato. Yo no enterré a mi esposo, pero la urna para sus cenizas costó alrededor de $240. Sus cenizas descansan en un columbario que tampoco fue una bagatela. Tal vez esa risible contribución para tan pesaroso gasto necesite actualizarse o por lo menos hacerlo deducible a la hora de los impuestos. ¡Mírame, IRS, yo con una sugerencia tributaria!

Soy Cónyuge Sobreviviente, IRS. Estoy viva, mientras que él no. Sobreviví una relación de 32 años. Hice vida con este hombre ahora muerto. Con este hombre tuve una hija con quien formamos una pequeña familia. ¿Eso la hace a ella Huérfana Calificada, Hijo/a Sobreviviente? ¿Esos estatus no cuentan?

Tú sólo piensas en el monto de dinero al que puedes renunciar mientras que nosotros, El Pueblo, pasa por todas las exigencias de la vida, de las que la muerte es sólo una. Tú intentas darle a una pérdida como esta un conjunto de criterios monetarios. Pero, IRS, no puedes. Las cosas valiosas que mi marido proporcionaba no tienen un costo en dólares. Y no me refiero a su sueldo clasemediero. Su valor son cosas del corazón y del alma y verdaderamente valiosas para sus hijos, sus nietos, familia extendida… y yo.

¿Cómo puedes saber de las repercusiones que la pérdida de su sonrisa y su risotada significan en mi casa? Imagina el silencio de este espacio que hoy ocupo sin él. Nuestros 32 años juntos están repletos de los altibajos cotidianos de la vida en pareja: los chistes, su chispa e ingenio inacabables, las flores, las mascotas, los abrazos, la solidaridad, la complicidad sin palabras de dos almas enlazadas. Hubo grandes peleas, maldiciones a gritos e ira feroz en las miradas. Pero también hubo la ternura de las reconciliaciones, su habilidad para creer en mi valía y singularidad.

IRS, mi esposo fue poeta; su habilidad de trenzar palabras para convertirlas en metáforas llenó mi corazón de luz. No existe mujer que no goce de palabras que la validen, apoyen y levanten. Así era mi marido. ¿Cómo puedes definir con tus palabras para que te des una idea del verdadero valor de lo que tuve y perdí?

En realidad, no puedes ofrecerme nada que me ayude a seguir con mi vida. En cuanto a mi estatus tributario, sea de “Calificada” o “Sobreviviente”, no me importa. Tú vas a tomar lo que vas a tomar, sin que yo pueda hacer algo al respecto. Pudiste haber hecho mi transición de duelo y pesar una más llevadera, pero no te puedes retraer del dinero, ¿verdad? Tu propósito de existir, lo sé, es determinar cuánto dinero debemos dar de nuestros sueldos a The Man para que haga su trabajo y le brinde a El Pueblo los servicios justos y necesarios: educadores y escuelas, calles y carreteras (¿qué nuestros impuestos no alcanzan que se necesita más dinero en peajes?), todos tus salarios y de aquellos que conforman la tribu “punto gov”, etc. Lo entiendo, neta. Pero todas estas cosas no te permiten hablar de los sentimientos humanos y el vacío que dejan en nuestras vidas nuestros amados muertos. Por esto te digo que no me importa. Mi dinero me es importante, pero lo era mucho más mi marido.

Tu alcance no se extiende al territorio de mi duelo, pérdida y dolor.


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