Asimismo, algunos de los cuentos están mal estructurados: la acción es escasa, muchas veces irrelevante o dispersa; en ocasiones el inicio nos hace creer que se narrará cierta historia, y al final se nos cuenta otra; el protagonista, por ejemplo, en ocasiones aparece hasta la mitad de la narración (como en “Aserrín de muñecos”).

Todos estos brincos literarios se hacen eco, sin duda, de las tendencias de la época. Al igual que Rulfo y Arreola, Yáñez conocía las técnicas narrativas dominantes durante las primeras décadas del siglo XX, utilizadas tanto por escritores europeos como estadounidenses: el fluir de conciencia, la alternancia o superposición de los tiempos y los espacios, los narradores múltiples, las diferentes perspectivas narrativas… Sólo que Yáñez no siempre consiguió los mismos resultados que Rulfo.

Aunque hay, por supuesto, aciertos: el narrador polifónico está relacionado con el tema del chisme, de los rumores: como se recogen los comentarios o las opiniones, o lo que dice el corrillo sobre algún asunto, simplemente se registran los diálogos sin especificar a quién pertenece la voz narrativa, dándole agilidad a la lectura y permitiendo al lector darse una idea global del suceso.

El ambiente absorbe a los personajes y los condiciona: si viven en un ambiente mediocre, sórdido, ése será su destino. Tal es el caso del personaje de “Aserrín de muñecos”, un soñador cuyas ilusiones son destruidas por un agente externo que lo deja casi al borde de la locura. En este punto también se enfatiza la pugna ciudad-campo: quien destruye las ilusiones del personaje (representante de la vida rural) viene de la ciudad.

Las alusiones temporales nos ubican en las estaciones del año y a la vez se vinculan con una fecha religiosa, con su fiesta correspondiente. Tales alusiones son importantes porque rescatan una etapa trascendente del protagonista: la indisolubilidad del hombre y su medio (espacio-tiempo).

La mayor parte de los personajes están relacionados con la educación (director, maestros, alumnos), con las profesiones (estudiantes, pasantes, licenciados: médicos, abogados, sacerdotes) y con el arte, quienes por lo general tienen una vocación poco definida; son indolentes, perezosos e indisciplinados. Igualmente, la vitalidad que se subraya de los personajes la mayor parte de las veces es negativa: se habla de su fracaso, de su humillación pública, de su incapacidad para realizar obras de calidad; algunos incluso terminan locos, o al borde de la locura. Por el trato que reciben, el lector no puede evitar el pensamiento de que Yáñez es cruel con sus personajes.

Habría que insistir en que, pese a esos inconvenientes relacionados con los recursos narrativos, la obra de Yáñez es agradable y se disfruta en general.

Yáñez, Agustín (1997). Los sentidos al aire. Cuarta edición. México: Fondo de Cultura Económica (Letras mexicanas)