En mi deambular urbano disfruto de la arquitectura cotidiana lo mismo que de las efímeras muestras que, como los brotes de verano luego de las primeras lluvias, surgen inesperadamente en cualquier muro a la vuelta de la esquina.
Y así, por temporadas, de repente el arte irrumpe en las aceras, en los paseos, en los parques. Así ocurrió en el pasado mayo, cuando el festival que se organiza en esta capital jalisciense desde hace cinco lustros trazó una ruta escultórica, la cual inició en avenida Chapultepec y se extendió hasta la explanada del teatro Degollado.
Cronista remiso, la recorrí a destiempo y en tramos intermitentes. Mi cámara apenas alcanzó a captar unos cuantos ejemplares, suficientes sin embargo para dar cuenta del suceso, notable por tratarse de una exhibición que pone, ante la mirada del gran público, obras que de otra manera permanecerían recluidas en galerías o en talleres, durmiendo el sueño de los justos.
De manera personal, considero un deber presentar esta muestra, como testimonio de algo que formó parte de nuestro mutable paisaje urbano, otorgándole una perspectiva fresca, una ruptura de las imágenes inmutables que solemos encontrar cuando, por cuestiones laborales, de ocio o de cualquier otra índole deambulamos por estas agitadas aceras.
Todas las obras y los autores se encuentran en la página oficial del Festival Cultural de Mayo, y se puede acceder a través del siguiente vínculo: