Una mariposa negra
en un geranio rojizo
balanceados
por un aire ligero
Un reflejo demorado
en el tornasol de una dalia
es devorado por la luz
Ciro
enredado en su enojo
tritura pensamientos
y hostiga las hojas del laurel
Del ajedrez
ofuscado
reanuda el juego.
Desafiantes como lanzas
gladiolos
emergen
El rosado ardiente
corona
las hojas asimétricas
Desalojada de la ventana
acrecienta el recuerdo
de esa
intempestiva creación.
Las glicinas tapizan el ventanal
Absurdas bolitas
en intrusa sintonía
ruedan sobre las baldosas
Un perro mordisquea displicente
los cordones de una zapatilla
Descalzos
Agustín y su hermano
chapotean.
En el cedazo del tiempo
un dulce taconeo anuncia la abuela
Confites azules los ojos
y de nieve el pelo
Bulle el té en las tacitas
colmadas de un tenue rojizo
Alelíes adornan la bandeja
de las acarameladas galletitas
Indiscernible la picardía
en su mirada cuando
obsequia los chocolatines.
Esa mujer
de rostro árido
y mirada absoluta
gira sobre su hija.
Un hilo sutil
enhebra puntos de encaje
Ojales deshilachados
pespunteados por un carretel errante
Brazos desnudos
muestran diminutas baratijas
Los maniquíes
completan el desbarajuste del altillo
Fastidiada
Isabela
desata nudos.
*
En un silencio supremo
y cuando
surge el poema
aleteo.