Promoción de la lectura: una propuesta...

Luis Rico Chávez

 

 

 

Para la conformación del acervo se creará una lista básica de libros, común a todas las salas, y una complementaria, que se elaborará de acuerdo con las necesidades de cada sala de lectura, a sugerencia del promotor, tomando en cuenta los requerimientos de los usuarios; dicho acervo será dinámico: se ampliará y se modificará de acuerdo con las nuevas demandas de los asistentes a la sala y reponiendo los libros que se inhabiliten o se extravíen.

Resulta fundamental que haya flexibilidad en la implementación de programas y actividades y en la conformación del acervo; el propio promotor modificará o reorientará su trabajo de acuerdo con las dinámicas generadas en su sala; la prioridad es mantener el interés y la motivación de los jóvenes hacia las actividades de lectura.

Deberá evitarse la imposición de actividades o programas de manera vertical, es decir, no de aplicar programas de escritorio; rechazar propuestas arbitrarias, caprichosas, unilaterales, que a final de cuentas no consiguen ningún impacto en los estudiantes.

La sala de lectura prestará libros a quien los solicite, sin tantas restricciones como las bibliotecas, que exigen el trámite de una credencial especial, o sólo prestan el material para fotocopias o por uno o dos días.

Se deberá dedicar por lo menos un día, dos horas (en un horario en el que todos los interesados puedan asistir) para actividades y dinámicas específicas de promoción de la lectura. El acervo, además, estaría disponible en los horarios de trabajo de las prepas.

La promoción de la lectura implicaría todas las áreas, no sólo la de literatura, así que el acervo debería incluir libros de ciencia, divulgativos, no para consulta.

En cada preparatoria podría crearse un comité interdisciplinario para que los profesores de todas las áreas sugieran títulos; el promotor de lectura debería estar en contacto con todas las academias (o conocer las diferentes unidades de aprendizaje) para identificar los requerimientos bibliográficos de cada una.

Recomendable, también, diseñar jornadas de promoción de lectura, en las que se promueva el material de las editoriales locales o regionales, siempre y cuando correspondan a las necesidades y requerimientos de los asistentes a la sala.

La editorial de la Universidad de Guadalajara debería crear colecciones especiales de obras dedicadas a los jóvenes, en las que se incluyan tanto obras clásicas de la literatura como del arte y la ciencia; impulsar concursos o apoyar a los escritores locales y nacionales que se dediquen a la literatura para jóvenes, o fomentar entre los propios investigadores de la universidad la elaboración de ensayos o textos divulgativos sobre tópicos de su competencia y que incentiven a los bachilleres a leer y a conocer las particularidades de su localidad, en todos los ámbitos. Incluso se podría involucrar a los propios bachilleres, en labor de periodistas, para entrevistar a los especialistas y generar ensayos que sean de interés para los jóvenes y que les permitan tomar decisiones vocacionales más efectivas.

El Sistema de Educación Media Superior debería considerar la edición de este tipo de libros, pensados específicamente para los bachilleres.

Desde luego, se debe considerar que el catálogo de cada sala se pueda consultar en línea, de tal manera que los usuarios lo conozcan previamente y cuando deseen solicitar algún libro en préstamo ya sepan qué libro elegir. De igual forma, habría que pensar en la opción de crear bibliotecas digitales o aprovechar las existentes, procurando que los usuarios tengan acceso al equipo necesario para las consultas o descargas que se deseen.

En realidad, las propuestas para la creación de la figura de promotor de lectura y la implementación de las salas de lectura podrían extenderse más allá de las cinco cuartillas, pues este ámbito, pensado como un lugar ideal (una utopía) abarca las posibilidades infinitas de la literatura.