A la muerte se le toma de frente con valor
y después se le invita a una copa.
Los lunes el paladar me sabe a nada;
me da por beber recuerdos
en una taza vacía.
Los martes el paladar me sabe a grito;
me da por beber licor
en una copa de sangre.
Otras veces pierdo la noción del tiempo;
me chupo los labios
el paladar me sabe a boñiga
y no quedan más opciones
que beber poesía
en mi vaso de infancia.
Anoche se corrió el rumor
de que familiares de los detenidos
venían a suelo tico a tomar venganza.
Tan solo tenía doce años.
Su inocencia dibujaba
el tamaño de la desigualdad
respirada por las calles
que absorbieron su cuerpo.
Se encontró con dos vampiros;
la sangre de un inocente
era placer para ellos.
Ellos le dijeron adiós
con la miseria en una mano
y un arma en la otra.
El niño dejó de sentir las brisas
del invierno de junio.
En su familia
no sentirán más sus risas,
no olerán más sus travesuras
y no lo podrán besar más.
Sólo quedará la última foto
y el último adiós.
¡Oh fe que nunca te pierdas!
Es treinta de agosto,
inicia el festival.
Es hora de beber alegrías
en una copa de madera.
Los gritos de un niño no nacido
han despertado la pluma
dormida bajo el vientre de una ballena.
Navegué
en la barca de Caronte
Odiseo
Moisés
Gullivert
Simbad el marino
y el holandés volador
hasta encontrarme
con caras alejandrinas
brazos isabelinos,
facciones de Colón
y espejos
sobre pasado de un pueblo
de guerreros conquistados
no por discursos
mascarillas
alcohol
e impuestos,
sino por 1,204 españoles.
Caminé por el esófago de la ballena
con luz en mi dentadura;
se iluminaron mis deseos
de desenterrar al león
que ruge cada invierno
en la discoteca donde bailan
y beben vino
las cenizas de Lisímaco Chavarría.
Me encontré en Aragón
con la figura de un héroe no nacido
que luchó contra los moros.
Me hallé en Cardona
con un niño
parido
sin brazos
piernas
cuello
ojos
ni lengua
por las piernas de un mar sin olas
y de un árbol sin saliva
donde sólo se entiende
la falsa libertad.
He regresado
sin sirenas
cíclopes
quimeras
y sin mi propio infierno
borrado por una palma
hecha para bautizar a la tierra
donde parió poemas
Rosa Corrales de Chavarría.
He vuelto a casa
después de recibir
en el corazón de la ballena
abrazos
de quien cargamos
con placer y goce
cada menstruación de agosto
en las afueras de un templo
tan sagrado como esta lengua
que los blasfemos
han querido callar
por falta de arrugas,
pero repleta de cicatrices
símbolos
arquetipos
verdades.