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Vida independiente

Poleth Rodríguez Luna


Estoy aburrido en casa, aburrido y solo. Ya no están mamá y papá, ni mis hermanos. Sinceramente es más monótono de lo que creía. La emoción y la novedad se han perdido, ya no celebro ni me regocijo por mi logro, lo que significa que la diversión se ha terminado.

Las horas pasan y yo continúo sentado en mi sillón, mirando el televisor como si pudiera devolverme los tiempos en que reinaba una atmósfera de familiaridad y cercanía, cuando todos estábamos juntos, cuando la vida tenía un propósito bien definido e inalterable. Cuando todo era perfecto.

Los primeros días en los que viví solo por completo, es decir, cuando ya no había nadie, ni un amigo o compañero que rentara la habitación más húmeda de la casa, ni mi hermano hibernando en el sillón, cuando en realidad conocí la verdadera soledad, en esos días todo me parecía de lo más normal e incluso idílico; después de todo, había conseguido lo que siempre quise: libertad, autonomía y espacio. Finalmente había alcanzado ese sueño que todo hombre tiene, y me sentía de lo mejor. Sin embargo, conforme los días pasaban, empezaba a sentirme cada vez más harto de esta situación, estaba aburrido y sin nada que hacer ni nadie con quien entretenerme por la noche justo antes de dormir; todo eso se había acabado.

Ahora estoy de nuevo aquí, sentado, mirando la televisión. A veces me gustaría viajar, mudarme por lo menos a otra ciudad, lejos de aquí, en donde nadie me conozca, donde pudiera empezar de nuevo. Y es que no se trata únicamente del hecho de si vivo o no con mis padres, es que literalmente estoy por completo solo. Mis amigos… bueno, hace algún tiempo que me quedé sin uno solo y dejé de ver a mis hermanos después de la cena de Navidad, hace ya varios años; no tengo vecinos, se fueron, decían que la zona era muy insegura y el resto de mi familia lejana se mudó a otra parte hace mucho, no soportaban estar aquí y ahora yo tampoco. Estoy solo y mortalmente hastiado por esta situación. No tengo a nadie que me alegre el día, que esté en mi desayuno, alguien con quien pasar el rato, nadie. Ya no me quedan amigos ni familiares, todos los comercios hace tiempo que están cerrados y por las calles no se ve ni un alma. Supongo que eso es lo que gano después de haberlos matado a todos.


Jumb31

En el Páramo de Olvidos y Suspiros

Margarita Hernández Contreras