Conclusión
En el momento actual, reflexionar sobre los problemas contemporáneos de las ciencias, tomando en cuenta la identidad, compromiso y responsabilidad de los docentes, es un debate que cobra sentido al concebir las normas éticas para el ejercicio profesional recopiladas en forma de códigos prescriptivos de tipo mercantilista o bien humanista.

La identidad como percepción social se encuentra cuestionada en tanto que la práctica burocrática que reduce la práctica curricular docente a la administración de los procesos de avances de cumplimientos previstos por la dirección académica o diligencia magisterial, esto es, a la uniformidad en el concentrado de informes y avances de contenidos, de supervisión de prácticas sindicalizadas, de expresión partidista y manifestaciones políticas de toda índole, generando una percepción de un profesional cuestionado, servil e intelectual de la izquierda, afín a los manejos del poder, o bien un paladín aburguesado, reivindicador de las exigencias sociales para una vida digna.

El compromiso es la apuesta a dar lo mejor, a responder a las demandas sociales por garantizar la movilidad social, de fomentar la calificación de recursos humanos para el desarrollo económico, la empresa, la obtención de máximos beneficios y la reivindicación de una política que asegure un nivel de prosperidad como garantía de éxito.

La responsabilidad, estrechamente vinculada con la idea de uso eficiente de la ciencia y la tecnología, en donde se bosqueja la idea de lograr los rendimientos esperados y apetecidos con la garantía de no haber puesto en riesgo a las generaciones futuras.

En la sociedad el conocimiento, de la era de la información, de los avances en la ciencia y la tecnología para elevar la competitividad, el desarrollo de la práctica docente es un gasto social del sector terciario (burocracia) al que se le demandan respuestas que nos aseguren indicadores de bienestar y desarrollo humano indiscutibles.

La profesión educativa es compleja, difícilmente delimitable y plantea tantas interrogantes que sería imposible su regulación racional de corte ético-moral. Los principios éticos necesariamente presentes en el ejercicio profesional tienen orientación teleológica, conformando actitudes y valores e incidiendo, por tanto, en la necesidad de una autorregulación ética por medio de un código deontológico libremente expresado.

El docente quizá tenga más dificultades que condiciones favorables para realizar las exigencias que le son impuestas por las instituciones educativas, tales como ejemplo de honorabilidad, equilibrio, ecuanimidad, desinterés, sensibilidad, empatía, don de gentes, etc.

La complejidad es la capacidad de relación entre los datos simples. La ética docente es compleja, contiene en sí, como integrantes indispensables, la antropología, ser y sentido de los actos humanos, hacer la vida en sí misma vivida. Es de relegar, de no dejar a los científicos y a los políticos la tarea de la salvación del hombre y de su relación consigo mismo, con los otros y con la madre tierra.

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