“Nada más que el que no se me haga atrás de la raya mejor se me va que no vengo a estar lidiando con necios. Le digo, nada más únteselo aquí, allá, donde le duela, métase a la cama y amanecerá al día siguiente como nuevo. Y no crea que pienso hacerme rico vendiéndole este casi, y por qué no, completamente milagroso remedio. Más bien se lo traigo como encargo de quienes quieren que por poco usted se lleve mucho. El día de hoy la oferta está hecha especialmente para la gente de esta bonita ciudad en la que hace mucho también hubo indios conocedores de este remedio, nada más que como ustedes saben la pútrida civilización va acabando con todo. Pero este día estoy aquí contigo para, fíjate qué curioso, salvar del dolor del olvido este remedio. Es una pomada elaborada por indios de las espesas selvas del sur del continente y que ellos utilizan para dar fin a todos sus males. Hasta para espantar a demonios les ha servido. Y es que así es esta pomada, que como te digo casi te llevarás regalada, nada más que no se me amontonen que todavía no les digo el precio. Te va a costar, bueno, pero antes quiero aquí a una persona que me diga mira me duele aquí, para demostrar la eficacia del producto que hoy te llevarás a tu casa. Quienquiera que sea dígamelo sin pena alguna que al callado nadie lo oye. Me estoy comprometiendo a mandarte a tu casa sin ese terrible dolor que ahora tienes. Nada más que como les digo no se me asusten con esos animales (hay un par de víboras de cascabel que buscan salirse de un costalejo de lona) que ellos ayudan para hacer este magnífico remedio que ha curado a personas de todas las clases sociales, que en esto de las enfermedades no hay diferencia. Como te lo digo, hermano, estas alimañas ayudan para la elaboración de este milagro que hoy vengo a venderte y casi, como ya te dije, regalarte. Y bueno, ahora sí, porque sé que como yo también tú tienes tus ocupaciones para llevarte la papa a la boca, voy a decirte lo que te va costar arrancarte de una vez por todas ese terrible martilleo en tu cerebro, ese dolor molestísimo en tu espalda, esa hinchazón de tus piernas, tú, mujer en espera de dar a luz. Y es más, por el precio que voy a darte no te vas a llevar uno sino dos frasquitos de esto que tan rápido se ha agotado en otras ciudades haciendo felices a miles de personas preocupadas por el poco dinero de sus bolsillos pero también por su rápido alivio. A ver niño, nada más que házteme más para allá que si uno de estos animales llega a morderte no te dejará listo ni para que te velen, o quieres que te pase lo que le pasó al chamaco de la Ciudad de México, en el barrio de Tepito, que de tanto ver a un animal de estos todas las noches a las doce se convertía en culebra. A ver quién dijo por míseros diez pesos dame la pomada. A ver, a ver, nada más que de uno por uno que luego no los atiendo como realmente se merecen, y además no va a haber para todos. Sí, señor, aquí tiene una pomada y aquí la otra de regalo. Pero no crean que traigo tantas, así es de que no se me duerman y piensen en la tía, la sobrina, el abuelo, la mamá, el hijo enfermos. Señor, sí me escuchó bien cómo ponérsela, ¿verdad? Mire, si quiere curarse más todavía, nada más me va a hacer el favor de que cuando vaya a dormirse se va a preparar un té, un té, señor, no un café porque luego se le prende más el dolor y hasta va a soñar con estas alimañas si es que puede dormir. Bueno, pues a ese té, de hierbabuena, gordolobo, belladona o lo que guste, me le va a poner una cucharadita de la pomada milagrosa, nada más que derretida. Mi hermano, claro, el gas de tu estufa se te gastará más pronto, pero ¿qué vale más, hermano, si me permites la cochina palabra, el méndigo gas o tu salud? ¿También usted, señora, quiere llevarse la pomada? Sí, ahoritita se la doy, nada más déjeme decirle a toda esta gente que no todo el que quiere y trae con qué comprar esta pomada se la puede llevar. Voy a decirles algunos malos usos que de ella han hecho algunas malas, demoniacas almas, porque lo que hoy le estoy vendiendo tiene poderes que no todos saben. Miren, hubo una señora a la que el marido ya la tenía harta, quién sabe por qué, pero la cosa es que ya dije cómo la tenía, y bueno, no hizo más que echarle media cucharadita en el café de la mañana, eso sí, con una pizca de tierra del camposanto y adiós marido: nomás el marido ya no le volvió, pero no porque se haya ido con otra o algo así, sino porque quedó prensado en la máquina en la que desarrollaba sus honrosas labores. Y ya no les digo del caso de la que untó en el retrato de su esposo un poco de la pomada y luego éste empezó a apartarse de ella. Claro, la otra bien que traía su plan: al poco tiempo se le empezó a ver con el que dejaba pasar a la casa cuando no estaba el cornudo. Pero bueno, que al fin que todos tenemos estas debilidades, aunque los que vendemos esta pomada no, porque usted debe saber que hemos sido elegidos de entre muchos por ser los menos pecadores, y han puesto en nuestras manos la encomienda de traerle hoy la felicidad a usted. Pero no todo es tragedia con esta pomada, hermano, hermana, también tiene sus casos buenos. Voy a decirte de la muchacha despreciada que tomó una pertenencia de aquel que la traía en las nubes, y por lo mismo también en el infierno, la untó con la pomada, se la acercó a una imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe y zas, alueguito que el otro cae rendido a sus pies. Así es esta pomada, ya te digo, por eso no puedo vendérsela a cualquiera. Pero bueno, si ya nadie quiere ya me voy, que al fin y al cabo estoy viendo aquí a una bola de malagradecidos que no tiene ojos para ver el inmenso bien que casi casi les estoy regalando y que no pongo en sus manos así nomás porque también a mí me cuesta el viaje para ir a traerles esta bendición del cielo que ha caído, como ya dije, en las espesas selvas del sur del continente. Pero antes de irme va a haber una persona a la que le regalaré un frasquito de la pomada, nada más que al que se lo regale va a prometerme que esta misma noche rezará por mí tres padres nuestros y un ave maría, porque no crean que no, andando entre pecadores como ustedes también a uno se le encochambra el alma, y luego nomás ya no puede ni tocar las puertas del cielo. Entonces voy a regalar la pomada, y ya no me la pidan que ya sé a quién se la voy a dar, a esa persona le estoy viendo en este momento la cara, y sé que trae un terrible dolor en la cabeza, y que está queriendo desde hace rato llevarse la pomada pero no trae el dinero completo. Ahora sí ya voy a entregar la pomada, nada más que a esa misma persona voy a pedirle que el dinero que traiga me lo ponga aquí en este sartencito, ya sé que no serán los diez pesos pero no importa que mi deber es también no ponerme exigente con los necesitados. Así es señores, el elegido ya sabe que es él, y en este momento va a poner el suelto que trae en este sartencito; él sabe que si no trae ese terrible dolor en la cabeza, sí lo puede traer un familiar y por eso va a llevarse la pomada. Bueno, señores, aquí la cosa ya se complicó porque todos se sintieron el elegido y la verdad es que así es, porque por esta única ocasión habrá muchos elegidos. Nada más que como ya sólo me quedan cinco botecitos, los voy a regalar a diferentes personas y los que no alcancen se me arriman aquí para darles su embarradita donde traigan dolor, y si ustedes no traen dolor pero querían llevarse el remedio para alguien, voy a darles poco en un papelito para que vayan y se lo unten con mucha fe a su enfermito. Entonces, Eleazar, Eleazar, hermanos, es el acompañante que los divinos herbolarios me han asignado. Te digo, Eleazar, verifícame que haya más de doscientos pesos en el sartencito para empezar a repartir la pomada e irnos a rezar por el alma de todos estos hombres que se han acercado a la pomada milagrosa. Y si el dinero no se ajusta, señores, bueno, pues nada más me dicen cuánto pusieron y yo se los regreso que ni ustedes ni yo vamos a perder que esto a mí también no me lo regalan. Y es más, Eleazar, hoy me agarraron de buenas, ya ni cuentes el dinero cochino que nada más corrompe al mundo, que aunque perdamos voy a dar los cinco frascos de pomada y voy a terminarme uno más, el último, untándolo. Nada más que acérquense señores que esto ya se está acabando y luego no alcanzan y dinero no regreso porque al que se lo regrese le caerá la desgracia. A ver díganme quién quiere que le regrese su dinero, no, si no son tontos, prefieren esperarse a verme en otra ocasión y acercarse amablemente a pedirme un poco de la pomada. Entonces, hermano, aquí estuve y ya me voy que nada es para siempre y esto llegó a su fin.”

Episodio del merolico

 

 

Busco la cura de mi alma, su sanación, su alegría.
No tengo otra, procuro su bien…
La exorcizaré si es necesario