Un día, aquel que no había viajado nunca por el mundo, tildó de mentiroso al aventurero, y así nació la literatura.
Se hablaba mucho del amor por ahí, pero nunca se dijo nada respecto a que amar pudiera llegar a ser un problema, por eso ellos no temieron aventurarse a crear otra especie.
Sabía que ya no volverían a lastimarla, pues ahora la protegían aquellos monstruos que había creado con su tinta.
La escena rompió su corazón, estaba destrozada, decepcionada y muy triste. Caminó por las calles de la ciudad, a un ritmo tan rápido que podría decirse que casi corría, ansiosa como estaba por llegar a aquel lugar en el que poder desahogar su pena; finalmente llegó a su destino, dudó un momento, analizando sus opciones, y finalmente entró. Tomó asiento y bebió, bebió y bebió y bebió hasta que se sintió saciada... Pero sólo jugo de manzana, a pesar de su tristeza era fiel a sus principios.
De pie, sobre las cenizas de todo aquello que conoció y amó, se percató de dos cosas: era más fuerte y lo aprovecharía.
Uno estaba enamorado de ella, otro la odiaba, el tercero la envidiaba, el cuarto pensaba en asesinarla y el último era demasiado tímido como para siquiera mirarla; y, a pesar de todo, la chica no se enamoró de él en ninguna de sus personalidades.
Un niño triste, de cabello y mente alborotados, jugaba con melancolía cerca del río y, al no poder dejar de extrañar a su amiga, botó al agua sus molestas dosis de realidad comprimida para volver a jugar con ella.
—¿Realmente tienes que irte?
—Sabes que sí
—De acuerdo
Al despertar, tiró su atrapasueños: le había fallado de nuevo.