Cuando la acaudalada señora Teresa Peralta viuda de Lafuente fue hallada muerta en su mansión, los dos investigadores seleccionados para el caso no lograron encontrar pistas. Sólo sabían que había sido cuidadosamente estrangulada. Entonces decidieron esa misma tarde recurrir a Rita, la vidente que se especializaba en los casos más difíciles.
Ex profeso, Rita les dijo que necesitaba algo de tiempo, no mucho, para estudiar y dilucidar el hecho. Cuando se quedó sola, reconstruyendo en forma minuciosa y prolija los acontecimientos con base en los datos que le fueron suministrados, vio con asombro que el criminal era un conocido personaje que aparecía con frecuencia en periódicos, revistas y programas de televisión, y que era un alto funcionario.
El crimen cometido obedecía a dos motivaciones, una pasional, pues ambos mantenían un romance desde tiempo atrás, padeciendo él celos enfermizos, no aceptando la vida liberal que ella, mujer atractiva de mediana edad, como él, seguía llevando.
La otra respondía al robo. La ambición de dinero y poder, la mayoría de las veces, se manifiesta en el ser humano sin límites ni freno alguno. Pero Rita, experta en la visualización de los senderos del destino, vio también otro camino, y que no era aquel que la llevaba a poner en peligro su propia vida por las circunstancias del caso, sino a su propia muerte, que era precisamente lo que en estos momentos ella comenzaba a ver, un revólver que le apuntaba a la sien.
El áspero sonido del timbre la hizo reaccionar, volviendo a la realidad y, mirando el reloj mientras se encaminaba a la puerta, la abrió. Allí estaban de pie los investigadores que habían quedado en venir a esa hora. Una vez que los hizo pasar, les explicó que había estudiado lo sucedido sin hallarle solución, declarándose inepta para el mismo, pero antes de que se retiraran, pensó: ¿y la justicia? Y como un cierto remedio expurgador de su conciencia extrajo de su biblioteca un libro titulado: Los peligros del poder, cuyo autor no era conocido, y en el mismo les señaló la página que decía:
“Casi todos los seres humanos —muchos animales también— con pleno desarrollo de su personalidad tienen aspiraciones al poder; el equilibrio de las personas que lo ejercen, y el uso del mismo pueden hacer que dentro suyo se alberguen Dios o Satanás, el Bien o el Mal”.
Los hombres siguieron su camino analizando las palabras. En su recorrida continuaron visitando a otros videntes, pero todos, absolutamente todos, se declararon incompetentes.
* Primer Premio Cuento Certamen Escritores Bonaerenses, Dirección de Cultura, Argentina