En el mes de marzo acudí a unas actividades programadas para conmemorar el día de la mujer. He participado en dos de ellas, con cuatro años de diferencia, en distintas regiones del país, y en ambas encontré la misma esencia, el mismo objetivo, los mismos temas e incomodidades. Constaté a más mujeres reuniéndonos para no callar, para liberar esas palabras que se guardan en nuestro vientre por costumbre.
Fui partícipe de la hermandad entre mujeres como fuerza única. Nuestras vidas como mujeres están interconectadas a través de esta apreciada fuente de fortaleza. Sin duda la poeta tampiqueña Carmen Alardín lo sabía, pues entre sus letras propuso: “Quien sabe estar, sabe conocerse”, y al aprender tenemos el mayor poder, el conocimiento.
Marchas, reuniones de café, encuentros, conferencias y círculos de mujeres buscan dignificar a la mujer en un punto de encuentro. Nuestra catarsis también dignifica a los demás como seres humanos. Una vez más las mujeres tomamos la iniciativa para revolucionar a la sociedad. No es una moda.
Estar acompañada por otras mujeres libera, ayuda a ser mejor madre, es un apoyo moral, físico, emocional y mental. La sensación de unión fortalece, es un hecho. Sigo convencida de seguir participando en estas manifestaciones sociales, gritando para ser escuchada, leyendo poesía para otras mujeres, diciendo NO por decisión, aceptando cualquier invitación de café entre amigas y seguir trabajando tras un escritorio para hacer que este mundo sea mejor para todos.