Considero que a todos, en algún momento de nuestra vida, nos nace la curiosidad por conocer la historia y otros detalles de nuestro terruño. Ignoro si es la edad, que parece llegarme a los aparejos, ciertas nostalgias que se niegan a abandonar las brumas del inconsciente o la convicción (luego de casi medio siglo) de que pertenezco a Guadalajara y de que Guadalajara me pertenece. El caso es que aquí estoy, haciendo un recuento de los libros que adquirí en la última edición de la FIL, y cayendo en la cuenta de que invertí mis buenos centavos y que adquirí un buen número de ejemplares con la temática común de Guadalajara y de Jalisco. Entre ellos, Oblatos-Colonias. Andanzas tapatías, de Juan José Doñán, publicado por la editorial Arlequín.
El libro llamó mi atención desde su primera aparición (en 2001). Me parece que por esos años yo tenía aún algún contacto con su autor, con quien compartí espacios en mis años mozos en El Occidental, cuando Doñán era director del suplemento cultural del periódico. Por la confianza (y por la conchudez) quise averiguar algo al respecto (no sabía entonces quién lo había editado), con el avieso fin de que me obsequiara y autografiara un ejemplar. Pues no contacté a Doñán y me quedé con las ganas de tener el libro.
Y fue apenas el año pasado cuando me lo encontré (al libro), en una segunda edición fechada en el verano del 20013. La obra transparenta al autor. En sus páginas veo a mi compañero de galeras, conversador ameno, agudo, incisivo, corrosivo, culto. Veo al intelectual generoso, desinteresado, que comparte el resultado de sus lecturas, sus desvelos, sus investigaciones, para ampliar el bagaje que configura la esencia del ser tapatío.
El libro, dividido en cinco partes (“Señas particulares”, “Gustos, famas y aficiones”, “Galería familiar”, “Sala de visitas”, “Lo efímero permanece”), está conformado por una serie de ensayos que abarcan desde temas históricos, literarios, filosóficos, gastronómicos, hasta crónicas de fútbol.
Por sus páginas vemos desfilar a personajes como Ixca Farías, Ambrosio Ulloa, José María Arreola, Efraín González Luna, Alberto M. Brambila, María Félix, Mike Laure… Conocemos la relación que connotados intelectuales establecieron con la región como D. H. Lawrence, André Breton, José Vasconcelos, Salvador Novo, Eduardo Mata…
La lectura nos depara un buen número de sorpresas a través de sus anécdotas, referencias históricas y sucesos que dan pinceladas que colorean el transcurrir de la vida en esta parte de la República Mexicana. Hechos que van desde la(s) fundación(es) hasta nuestros días.
Al hacer un recuento del arte urbano (arquitectura, escultura, los palacios, las plazas) subraya las virtudes pero, sobre todo, las aberraciones, la prepotencia, los caprichos y las arbitrariedades que han llevado a destruir invaluables edificios y espacios, notables por su arquitectura o su antigüedad. En este repaso se habla de la Catedral, de las plazas que la circundan (y el adefesio en que se convirtieron las “cruces de plazas”), el Santuario, el Paraninfo…
Se mencionan también espacios, momentos y elementos (relacionados con la gastronomía, por ejemplo) que definen nuestra esencia, y a pesar de las transformaciones, forman parte de nuestra cotidianidad, como el Agua azul, el baratillo, la barranca, el fútbol (Chivas y Atlas) y la torta ahogada.
El título, Oblatos-Colonias, hace referencia al sistema de transporte que pretendió unir a la ciudad de un extremo a otro, y en un imaginario viaje en camión se puede observar el paisaje y las gentes que configuran este terruño nuestro.
Aprovechando el viaje, hurgué en el archivo gráfico de mis andanzas personales por la ciudad. De las miles de imágenes que he ido conservando, y con el apoyo de Itzel Rico, preparé una pequeña galería con la que se busca dar cuenta de esta esencia que nos define como tapatíos.
Me parece que esta lectura, y este paseo por las calles de mi Guadalajara, me permiten saldar cuentas con las nostalgias que salen de la bruma y cobran una esencia más nítida y sólida, la del tiempo vivido.