Juan Antonio Castañeda Arellano

         

¿Forzados a la lectura? Ni la lectura
es un bien absoluto ni todo el saber
está en los libros

Vicente Verdú

 

          La educación es mala en nuestro país y no hay duda alguna sobre ello. Lo cruel es que los responsables políticos sigan relativamente desentendidos del problema. “Después del pan —decía Danton— la primera necesidad del pueblo es la educación”. Ni con presidentes y secretarios educados en el extranjero se han afrontado las miserias de un sistema educativo que nos sitúa por detrás de los de atrás.

          Otros elementos que afectan a la educación son el hecho de que el gremio de los maestros padece un peculiar charrismo, corporativismo, antidemocracia, los bajos sueldos, el verticalismo, la politiquería, corrupción, falta de credibilidad en las autoridades y falta de profesionalismo docente… Con la política educativa vigente no se ve que pueda haber progreso en los años que siguen, y así como ahora seguiremos en el último lugar.

          Hemos leído noticias del presente año en el sentido de que México, en una evaluación de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), quedó en último lugar entre los miembros de este organismo en tres ramas básicas de la educación. Se trata de ciencias, lectura en cuanto a comprensión y matemáticas. Ya han sucedido cosas similares en el pasado. Se trata del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos, conocido como PISA, por sus iniciales en inglés. En cuanto a ciencias, que incluyen materias con aspectos tecnológicos, 51 por ciento de los jóvenes de 15 años estuvo en los niveles “cero” y “uno”, los dos más bajos de los seis utilizados. Sólo 0.3 por ciento estuvo en el nivel 5, y ninguno quedó en el nivel 6.

          En materia de lectura, sólo 6 por ciento alcanzó los niveles 4 y 5, frente a 29 por ciento del promedio de la OCDE.

           En matemáticas, 56 por ciento quedaron en los niveles 0 y 1, mientras que sólo 0.8 por ciento alcanzó el nivel 5, y 0.1 por ciento el nivel 6.

En ciencia, dice el estudio:

          En promedio en todos los países de la OCDE, 9 por ciento de los estudiantes de 15 años alcanzan los niveles de 5 y 6, los niveles superiores de escala de ciencias de PISA 2007. En México sólo 3 por ciento de los estudiantes alcanzó esos niveles y muy pocos estudiantes alcanzaron el nivel superior demostrando que podrían identificar, explicar y aplicar de manera sistemática conocimientos científicos en diversas situaciones vitales complejas.

          En toda la OCDE, un promedio de 19.2 por ciento de estudiantes estuvieron por abajo del nivel 2 de PISA; en México, estuvieron por abajo del mismo uno de cada dos estudiantes, o sea 50 por ciento. Otro rasgo importante en México es que mientras menor es el nivel socioeconómico del estudiante, en promedio su rendimiento es también menor.
          
          En el nivel medio superior, según datos de la SEP (Secretaria de Educación Pública), se señala que en la última década la matrícula de la educación media superior pasó de 2.6 millones a 3.8 millones de alumnos, 41 por ciento de los jóvenes en edad de cursar el bachillerato no asiste a la escuela. A lo anterior se suma una baja eficiencia terminal de 60 por ciento, una alta tasa de deserción de 32 por ciento, de acuerdo con la SEP.

          Según la dependencia, el problema de la baja cobertura —de apenas 58.8 por ciento— se debe al aumento de la población en edad de cursar el bachillerato, pues se calcula que en 2008 el grupo de jóvenes de entre 15 y 17 años llegará a su máximo histórico, luego de que en el 2006 estuvo constituido por 6.4 millones de personas.

          En resumen, la llamada prueba PISA que se aplicó a estudiantes de 15 años nos mostró que más de 50 por ciento de nuestros alumnos se ubicaron en los niveles 0 y 1 de rendimiento escolar, y comparados con los resultados de 2000, nuestros niveles de lectura y ciencias descendieron 12 puntos. No podría ser de otra manera, son los años del panista “presidente del cambio”. El sexenio de quien, como decía, se educó mirando las nubes, de quien creyó pasar a la posteridad construyendo una megabiblioteca que terminó en alberca, de quien promovía entre los pobres la no lectura para que fueran felices, de quien nunca había oído hablar de Borges, escritor al que bautizó como Borgues. Es el mismo personaje que no podría haber encontrado mejor pareja que una primera dama para quien Rabindranath Tagore era simplemente La Rabina Tagore… y el culebrón de Calderón siguió la misma línea.

          ¿Van a cambiar las cosas? Ni siquiera con el informe PISA se abochorna nuestra estirada administración. La anterior secretaria de Educación llegó anunciando que el ejército iría a alfabetizar a los iletrados, sin duda con una pedagogía cavernaria: la letra con sangre entra, apenas asume que las aulas no funcionan. En su parecer son los padres sin estudios universitarios suficientes o los insuficientes padres con estudios superiores quienes despiden una atmósfera cultural doméstica que no aromatiza debidamente a sus vástagos.

          Las causas de la deserción y reprobación son multifactoriales. Entre ellas destacan falta de recursos económicos y de correspondencia entre los planes de estudio y las expectativas de los estudiantes, entre otras muchas.

          También, muchos jóvenes abandonan el bachillerato para incorporarse al mercado laboral y apoyar a su familia, dentro de “un marco institucional que no facilita que combinen el estudio y el trabajo” (¿es ironía?).

          Si todo sigue igual en materia de educación y cultura, seguiremos condenados a ser el país de los grandes contrastes. El país del hombre más rico del mundo y el de los millones de parias que viven con menos de un dólar al día; el de los genios self made como Octavio Paz y el de millones de niños que no tienen la mínima comprensión lectora, ya no digamos para leer a Shakespeare, ni siquiera para descifrar una receta de cocina.

          En suma, el México ganador que quiere el presidente no se logrará con mercadotecnia turística ni abriendo zonas arqueológicas a diestra y siniestra, vendiendo el patrimonio al mejor postor trasnacional, sino con una apuesta real a favor de la educación y la cultura.

          Si no es así estaremos creando la siniestra plataforma para que muchos de nuestros jóvenes den el salto del analfabetismo funcional al cibernético sin pasar, claro, por los libros.
Miseria de la educación, educación de mil miserias.

 

 


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