Juan Manuel Ortega Partida
El presente trabajo parte de algunas reflexiones sobre la enseñanza de la filosofía como lectura crítica de la realidad y oportunidad educativa para la humanización del hombre. La propuesta pedagógica del Bachillerato General por Competencias de la Universidad de Guadalajara, al centrarse en la promoción del aprendizaje significativo, parte de potenciar información relevante de una asignatura, a través de experiencias grupales activas que den cuenta de cierta situación de la realidad, como explicación científica o interpretación racional y crítica.
La filosofía, al ser concebida como una asignatura para la formación crítica del estudiante de bachillerato, no debe centrarse en un simple acercamiento a textos o documentos considerados filosóficos. La filosofía, desde esta perspectiva, es una invitación a la lectura y, en consecuencia, un ejercicio mental de problematización, búsqueda y construcción de explicaciones, o bien, de planteamiento para la elaboración de nuevas preguntas.
Leer un texto de filosofía implica reconocer el contexto y las preguntas que un autor desea responder. Un texto filosófico es una realidad pensada, pero es también una oportunidad para plantearle a la realidad nuevas preguntas. Aprender en filosofía es aprender a problematizar; enseñar en filosofía es mostrar a otros las preguntas y las respuestas que se han planteado. Leer en filosofía es dar cuenta de cómo se han presentado esas preguntas y de las respuestas que se han formulado a lo largo de la historia. El filosofar de eso se trata, ésa es la cuestión.
La lectura como ventana al conocimiento
Aprendemos a leer y escribir en promedio a la edad de 6 años. El proceso no resultó fácil a pesar de que su aprendizaje se revestía de juegos y cantos. De las vocales pasamos suavemente a los artículos y sustantivos, para formar después oraciones y párrafos. Descubrimos que a través de las letras damos testimonio de lo que pensamos, de lo que imaginamos y creemos, de nuestros gustos poéticos y compromisos afectivos, a la vez que mostramos nuestra idea de fealdad o belleza. Hablar no basta, descubrimos que leer y escribir son básicos para manejar realmente el lenguaje.
El aprendizaje de cualquier asignatura implica saber usar las reglas ortográficas y sintácticas. Se enseña el español para que el alumno aprenda a dejar por escrito su pensamiento. En ese momento, si no se tiene cuidado, llegan los sinsabores de la gramática, pues a partir de ella se formaliza el pensamiento.
Al principio de nuestras primeras letras las ideas no se concretan, las palabras no alcanzan para describir o explicar lo que se busca decir o, en el peor de los casos, traicionan al que piensa, pues cobran un sentido que no es el esperado.
En la preparatoria los hábitos de lectura son cuestionados, el alumno descubre que lee por la obligación de presentar tareas; pareciera que las tareas no son para que él aprenda, sino para satisfacer la exigencia de tener contento a su profesor. La escritura se reduce a la acción mecánica de transcribir un texto, no se trata de pensarlo o de adaptarlo a una situación concreta. Esta tendencia a la no problematización de lo leído ha encontrado terreno fértil con la nueva tecnología del internet, dado que hoy un buen trabajo consiste en identificar la página web, bajar la información, cortar y pegar un número considerable de cuartillas. Con una buena portada y un perfecto engargolado se obtiene una nota excelente.
El aprender jugando del preescolar y la primaria se olvida en la secundaria y en el bachillerato es descalificada esa posibilidad, tanto por los profesores como por los alumnos. Leer en público, para muchos, es la oportunidad para mostrar carencias, se lee mal y se argumenta que los nervios traicionan a cualquiera cuando, en el fondo, en la escuela nunca se ha desarrollado el gusto por la lectura y sobre todo nunca se lee para sí mismo o para otros. El que lee no acentúa, no imprime ritmos, no trasmite emociones. La lectura se reduce a la acción de informar, de trasmitir un dato y no para el deleite de lo leído.
La lectura es un instrumento, una herramienta esencial en y para la vida. El conocimiento que presumimos tener no necesariamente lo aprendemos de lo que han dicho otros, es adquirido por la lectura, por lo que está escrito, pero que al leerse o releerse es transfigurado, es enriquecido o devaluado; siempre y en cada momento reinterpretado o reinventado.
Al escribir se pone en práctica la capacidad de razonar, de saber usar el lenguaje, de mostrar a otros lo conocido, de demostrar o de refutar ciertas ideas. En consecuencia, al escribir hacemos constar nuestros saberes, las certidumbres o incertidumbres, anhelos y deseos. Se argumenta buscando mostrar la fuerza de verdad de un dato o la reinterpretación de un hecho, o en caso contrario para establecer la inconsistencia y vulnerabilidad de lo considerado como cierto.
Con la palabra escrita el pensamiento se transforma en discurso, discurso que atrapa, que da nombre a las cosas, que da sentido a la realidad. Lo real, en este sentido, es objetivamente mostrado como lectura que un sujeto establece desde cierto contexto y con cierto grado o nivel de conocimiento y de interés.
Lectura para conocer y para transformar la realidad
La lectura como actividad de aprendizaje es una constante en la labor cotidiana de la escuela. A través de la lectura se estimula el aprendizaje. En el caso concreto de las actividades de aprendizaje que se promueven en los cursos de la filosofía de bachillerato, estas actividades son introductorias, pero no por ello superficiales.
Leer en filosofía implica acrecentar las preguntas por encima de las respuestas posibles. En la vida diaria los sujetos se plantean interrogantes de cualquier índole. En el ánimo de la mercadotecnia las preguntas recurrentes son de asombro, de misterio, de duda, de posibilidades inciertas, en este sentido las preguntas son sobre si existe vida en otro planeta, sobre los mensajes por descifrar de las estrellas, sobre la existencia y extinción de los dinosaurios, de cómo satisfacer sexualmente a la pareja, de cómo conducirte en la vida por las corazonadas o por un momento de suerte, de cómo alcanzar el éxito y de cómo ser líder y hacer que todos crean en ti, etc.
Es de suponer que la lectura tiene que ser atractiva y envolvente. La lectura no tiene que ser repetitiva, no tiene que dar rodeos, no tiene que incluir vocabulario técnico, no tiene que ser densa, por el contrario tiene que ser clara, sencilla y mostrar su aplicabilidad o modo de uso.
El reto para la escuela, además de elevar el indicador del número de títulos de la biblioteca, en relación con los alumnos, es el de elevar la cantidad de usuarios de la misma, de incrementar la consulta de las obras básicas, especializadas. Un libro que no se consulta es un gasto, no una inversión.
El trabajo colegiado y la promoción de la lectura
El trabajo de academia en cierto sentido consiste en acercar el conocimiento al alumno; un profesor procura mostrar qué tan importante o valiosa en la asignatura que imparte. En consecuencia presume que el alumno es un sujeto en formación y que sus intereses y preocupaciones intelectuales deberán ser encausados a través de ciertas estrategias, mecanismos, guías o dinámicas de lectura, que faciliten o aseguren la aprehensión del conocimiento considerado curricularmente relevante de esa asignatura.
En la academia se piensa en los alumnos como el centro de la tarea docente, en este sentido los alumnos son pensados como buenos lectores, con tiempo suficiente para sus actividades de estudio, con óptimas condiciones ambientales para su desarrollo intelectual, físico y moral, pero sobre todo con condiciones económico-familiares resueltas, en consecuencia se asume que el bajo desempeño es resultado de la pereza o de una pobre disposición anímica para el estudio.
Cuando se diseña una actividad de estudio los profesores, preocupados por su efectividad, dimensionan la secuencia, tiempo de dedicación y profundidad en la que se abordará un contenido temático. Se consideran los conocimientos previos que deberán reunir la complejidad de la lectura y se realiza un ejercicio de esquematización de la información; se selecciona a su vez una dinámica de trabajo para el debate o para el desarrollo de una sesión plenaria con el ánimo de asegurar el manejo de la información, o bien el posicionamiento que se busca como aspecto formativo.
Sin embargo, el asunto de la programación, carta descriptiva o de sistematización de la enseñanza, por parte del profesor o de la academia, no se problematiza, no se parte de las condiciones concretas de cada grupo o de los hábitos de estudio particulares de los alumnos que lo conforman. La programación que se establece de un programa es una proyección tentativa, medianamente flexible, en la que se establecen los contenidos y las actividades de aprendizaje posibles de llevarse a cabo.
En sentido crítico, los profesores sólo consideramos de nuestros alumnos aspectos generales relacionados con su inclinación vocacional y su dedicación al estudio de acuerdo al calendario escolar,1 el profesor no siempre toma en cuenta las dificultades que implica la asignatura, no considera a sus alumnos como jóvenes adolescente, como sujetos en crisis, con sus resistencias a la autoridad, con la disposición a cuestionarlo todo, que buscan ensanchar su independencia, que buscan sortear los gastos personales o los que le demanda la permanencia en la escuela.
El profesor, al iniciar el curso, documenta en forma incipiente las expectativas que se generan alrededor de la materia que imparte, se acerca superficialmente a las condiciones familiares que los rodean, a la capacidad de consumo y de la solvencia económica para afrontar los gastos que generan sus estancias como estudiante.
Es necesario plantear que ante el reto del impulso de la lectura en el bachillerato, debe existir cierta correlación entre las preguntas que culturalmente se le presentan a un grupo social, de las que se le formulan o hace un adolescente y de las que, particularmente en el ámbito concreto de la escuela y en una asignatura como es la filosofía, le son presentadas como las preguntas de la vida o por las que históricamente ha luchado la humanidad.
El hecho de leer un texto de filosofía y dimensionarlo como estrategia de aprendizaje es un cierto grado de avance respecto a la práctica tradicional de la escuela, dado que promover el aprendizaje implica superar la memorización como fin de la enseñanza. Planear una guía o mecanismo de lectura en filosofía implica haber repasado la estructuración discursiva del texto, reconocer el abordaje temático, restablecer el plano de su argumentación y haber proyectado preguntas cuyas respuestas aseguran la recuperación de lo leído. La lectura guiada por un cuestionario permite reconocer el texto en lo general, recuperar la idea global, pero también implica relacionar datos y dar la opinión respecto a lo que se ha leído, estableciéndose como experiencia más que informativa, formativa.
El alumno, por lo menos a partir de un cuestionario, se acerca a la lectura con un fin, buscar la respuesta a la pregunta que le fue planteada, escudriña renglón por renglón, identifica y consulta palabras que no le son usuales, distingue entre los argumentos expresados para apoyar la posición del autor y los que maneja como opuestos o contrarios a los de su tesis o argumento central.
Es preferible que, previo a la lectura, se procure que el estudiante cuestione todo cuanto se le presenta como dado, como establecido, que cuestione el sentido de cada acción de la vida y del porqué de esa explicación, que cuestione el porqué de las de las asignaturas que son abordadas en la escuela. En este sentido será tarea de la práctica docente sembrar inquietudes intelectuales, el profesor debe plantear el conocimiento como problemática concreta de la vida, el conocimiento deberá formularse como explicación y búsqueda, como forma concreta de cómo ha sido abordada cierta situación o realidad.
La filosofía y sus preguntas
En filosofía hay que distinguir entre los saberes y conjeturas de la vida cotidiana, de las que realmente se han presentado por los hombres a lo largo de la historia o de aquellas que son específicas a cada una de las ciencias. En filosofía hay que dejar en claro cuáles son preguntas filosóficas y cuáles no, así como distinguir aquellas preguntas que responden a un esquema de inquietudes teológicas o religiosas, de aquellas que responden a un interés de comercialización del conocimiento, tal es el caso de revistas de difusión artística, científica y cultural, como Saber ver y Muy Interesante.
La filosofía se presenta al alumno como un constante preguntar problemático. Es tarea del docente dimensionar dicho conocimiento como producto social, en virtud de que la filosofía no ha sido ajena a su tiempo, no se ha desarrollado al margen de los hombres concretos y de los intereses que persiguen consciente o inconscientemente.
Se debe procurar dejar en claro que la filosofía se constituye como un afán de saber, como necesidad de conocimiento que surge como distinto del cotidiano, como saber o ciencia, que a través de la lógica llega a la esencia de las cosas, a la causa primera, al elemento origen y fundamento de todo cuanto existe. Se debe dejar en claro que la filosofía no se queda o limita en esa pregunta de corte cosmológico, sino que abre camino en ámbitos relacionados con la física, con la estructura y composición de la materia. El hombre se cuestiona sobre sí mismo, de su esencia social y racional y de las consecuencias de su comportamiento.
En una apreciación general, el hombre se plantea preguntas concretas relativas a ámbitos específicos de la actividad práctica. Cuestionamientos que son agrupados en áreas de conocimiento; en este sentido se habla de cuestionamientos propios de las ciencias y cuestionamientos alrededor de la filosofía.
Las preguntas filosóficas, aspecto que nos interesa, giran en torno a preocupaciones que van del plano epistemológico o de la unidad de la ciencia, de la lógica, a las de carácter antropológico, político, estético y ético. Es por esto que hay que retomar las preguntas que son formuladas desde el interior mismo de la filosofía2 y relacionarlas con las que son planteadas en el campo estrictamente existencial del hombre.3
Las lecturas que se propongan para los estudiantes del bachillerato deberán considerar tanto las exigencias temáticas y conceptuales como las relacionadas con la promoción de la lectura. En el caso de los cursos de filosofía, se deberá considerar cada uno de los ejes temáticos como cuestionamientos de la filosofía misma.
En este sentido se debe presentar a la filosofía como una actividad efectiva y real de los seres humanos, como necesidad histórica y social, como visión del mundo, como unidad de las ciencias, como instrumento de crítica, como proyecto de orientación de la acción del hombre. En lo que respecta a la realidad como problema filosófico se deben formular preguntas relacionadas sobre lo existente, sobre la totalidad, sobre las formas de existencia y de manifestación de la materia. Respecto a la temática sobre el hombre, se debe cuestionar sobre su esencia o naturaleza, sobre el sentido de su acción, sobre su capacidad creadora y sobre su voluntad, responsabilidad y compromiso moral de frente a los problemas éticos de la sociedad actual. En lo que se refiere a la epistemología, el curso de filosofía debe cuestionar sobre los tipos y formas de conocimiento, sobre las categorías del pensar, sobre la subjetividad y objetividad de lo conocido, sobre la verdad, límites y universalidad del conocimiento, entre otras preguntas.
Es por esto que se afirma que los cuestionamientos que se deberán inducir en el salón de clase se relacionarán con las distintas formas y tipos de producción de conocimientos. Se debe reconocer que existe un umbral o límite en el conocimiento, que las respuestas otorgadas a preguntas específicas no siempre satisfacen al ser humano. Que las preguntas que actualmente formula el hombre desbordan las respuestas estrictamente científicas, que existen preguntas que para la ciencia se presumen como especulativas y que son terreno fértil para el desarrollo de otras formas de conocimiento, entre ellas el de la filosofía.
Consideraciones finales
En el ámbito de la escuela, la lectura debe procurar centrarse en preocupaciones y motivaciones del estudiante. Leer debe ser una práctica cotidiana del alumno que se ejercita con el máximo de convicción, con la seguridad de que es una elección preferida, no una obligación impuesta o decidida por un profesor. El que si bien induce, motiva o acrecienta el gusto por la lectura, debe respetar y considerar las inquietudes y anhelos de los propios educandos.
Saber leer y escribir es un hábito que se cultiva en la escuela y es para la vida. La lectoescritura en estudiantes de bachillerato se debe estimular en cada una de las asignaturas que conforman el plan de estudios. En el caso concreto de los cursos de filosofía se debe advertir la relación que se establece entre la lectura como teoría o explicación de cierta realidad y el contexto o circunstancia del lector, de aquí que la lectura implique un ejercicio crítico y problemático de un contenido, para ser usado, aplicado o transformado en una realidad concreta.
La filosofía como asignatura con un afán formativo busca promover lectores, fomentar la comprensión de que toda actividad humana, cualquiera que sea, debe ser favorecida con la orientación de libros y materiales impresos que auxilien en la comprensión y dominio del aspecto de la realidad sobre la que se interviene o se está interesado en su transformación. La filosofía, en este sentido, no sólo recupera su acepción como afán de conocimiento, sino que es también actuación práctica.
Notas:
1 Se habla de una mayor dedicación tratándose de alumnos que ingresaron en el ciclo escolar “B” Agosto, que respecto de los alumnos que ingresan en el ciclo escolar “A” de enero. Se infiere que en el mes de agosto entran los mejores y que en enero el resto.
2 En este momento la filosofía no se presenta como un campo unificado, si no como una diversidad de concepciones respecto de sí misma. Lo que existe no es una única filosofía, la diversidad es su nota característica, existe una gama considerable de filósofos y filosofías, los que consideran que el objeto de estudio, su función y finalidad son incluso opuestos entre sí. Para los filósofos de adscripción neopositivista el objeto es la unidad de la ciencia, es la construcción epistemológica, es el sentido semántico y lógico del lenguaje, su función es la de eliminar del discurso científico las ambigüedades del lenguaje. Por su parte para los existencialista el objeto de la filosofía es la reflexión sobre la originalidad y potencia de la existencia humana, su función será la de encontrar el sentido a la vida. Para los neotomistas la filosofía es la búsqueda de la reconciliación entre la fe y la ciencia, su función es establecer que por encima de la leyes de la ciencia, se encuentra el misterio de la divinidad en todo cuanto existe. Por lo que respecta a los filósofos de corte critico marxista la filosofía es el instrumento para la transformación de la realidad, su función es la de servir a los intereses del proletariado.
3 En un primer momento se debe considerar que el hombre ha reflexionado y luchado por la libertad de acción y de conciencia, que ha proyectado el reconocimiento de la justicia en el amparo de la ley y de los valores que reivindican su dignidad como ser humano. Abandera la igualdad y fraternidad ente los hombres. Elige la paz y la razón por encima de la violencia y el uso de la fuerza.