Herencia y comportamiento

 

Es indudable que los rasgos físicos y biológicos se heredan genéticamente, pero en cuanto a comportamientos, ¿se puede afirmar lo mismo? No es fácil la respuesta y en todo caso podría decirse que sí y también que no. Para contestar debidamente es preciso analizar lo que pasa con otras especies.

Se puede inferir que cuanto más elemental es el desarrollo de una especie más predeterminado genéticamente estará su comportamiento, en tanto que cuanto mayor sea el desarrollo en la escala evolutiva, habrá mayor margen al aprendizaje. En otras palabras, si bien todos los organismos pueden aprender, algunos se adaptan mejor que otros. Un arácnido, por ejemplo, al encontrar rota su telaraña, en lugar de restaurar sólo la rotura, repite otra telaraña encima de la anterior, como sí la anomalía encontrada desencadenara un patrón automático para repetir el proceso completo. Los etólogos han estudiado el comportamiento animal y han llegado a saber que la conducta de las especies se encuentra fuertemente determinada por la herencia.

El ser humano al nacer se encuentra predeterminado en cuanto a sus atributos físicos. Pero no se puede decir lo mismo de su comportamiento. Incluso, existen cualidades biológicas que se heredan como predisposición y, en ese sentido, su manifestación está condicionada por el ambiente o por las condiciones del mismo desarrollo individual. Por ejemplo, puede alguien heredar una enfermedad que nunca llega a padecer debido a estrategias preventivas que eliminan la manifestación de esa tendencia hereditaria.

Los hábitos conductuales pueden, con mayor razón, mostrar similar tendencia. “La cuestión resurge cuando se trata de comprender por qué medios se transmiten los estados psíquicos de una generación a otra” (Kaës, 1995: 44). Aceptar que los patrones de conducta vienen encriptados en genes, resulta poco convincente puesto que el ser humano cuenta con alto potencial de adaptación al medio. Si existiera algo de la conducta humana que respondiera a una transmisión genética, sería la esfera emocional, ya que son reacciones automáticas, programadas para entrar en acción de manera inmediata y eficaz ante estímulos peligrosos:

“Los sociobiólogos señalan el predominio del corazón sobre la cabeza en momentos cruciales como ese cuando hacen conjeturas acerca de por qué la evolución ha dado a las emociones un papel tan importante en la psiquis humana. Nuestras emociones, dicen, nos guían cuando se trata de enfrentar momentos difíciles y tareas demasiado importantes para dejarlas sólo en manos del intelecto” (Goleman, 2000: 22).

La especie no deja al azar algunas situaciones que podrían trascender las posibilidades reales de un individuo y ofrece comportamientos automáticos que han mostrado eficacia a lo largo de la evolución. Los estratos inferiores del encéfalo son más antiguos que la corteza cerebral. En la corteza cerebral se ubica la mente consciente, en tanto que el resto de la experiencia humana se controla desde los estratos más profundos del encéfalo. Por ejemplo, las emociones son administradas por el sistema límbico y las amígdalas y ellas, evolutivamente, son mucho más antiguas que la corteza cerebral.

Cuando se piensa en la transmisión de estados de conciencia, puede suponerse la existencia de mecanismos de transmisión inconsciente en los intercambios interhumanos. Estos modos de aprendizaje podrían remontarse hasta la vida intrauterina y por ello mostrar fuerte resistencia al cambio. Esos intercambios de información son cotidianos, continuos y, como tales, modos eficaces para aprender estados psíquicos. Generalmente se acepta que esa transmisión de la experiencia ocurre bajo leyes de la sugestión: procesos de identificación psicológica o por medio de la fe.

Hay evidencias de mecanismos inconscientes en la trasmisión emocional mediante la hipnosis, pero aun bajo hipnosis el individuo parece elegir qué aprender. Los terapeutas que usan este recurso en su trabajo saben que el paciente aun bajo hipnosis puede resistirse a las inducciones que no comparte o simplemente no se ajustan a su situación real o a su escala de valores. Por ejemplo, se puede inducir la eliminación de dolores premenstruales pero no la eliminación del dolor por apendicitis. En otras palabras, existe algo, aun en la inconsciencia, que “sabe” lo que persigue de la vida. Dice Erickson: “Quiero que reparen en la cuestión de la hipnosis. La hipnosis es el cese del percatamiento consciente; en la hipnosis uno empieza a usar su percatamiento inconsciente, porque inconscientemente saben tanto o más de lo que saben conscientemente” (Zeig, 1980: 57).

Freud (1986: 159), desde 1914 escribió que “la psicología de los pueblos se cuida poco de averiguar la manera en que la continuidad de la disposición se establece en la vida anímica de las generaciones que se relevan una a la otra”. Si bien una generación puede transmitir a la que sigue comportamientos, e incluso vivencias muy concretas, es más probable que también se trate de predisposiciones que requieren ciertas condiciones para su aparición, tal como ocurre en los caso de herencia biológica.

No basta que se transmita una “vida anímica” para que se tenga acceso completo al contenido de la anterior generación, es preciso invertir trabajo personal. Freud lo dice así: “Una parte de la tarea parece estar a cargo de la herencia de predisposiciones psíquicas que, empero, necesitan de ciertos enviones en la vida individual para despertar a una acción eficaz” (id.). Luego cita al personaje de la obra de Goethe, Fausto, quien, según él, muestra este aserto: “Lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo”. Si bien existe un contenido anímico heredado, es preciso tomar conciencia de él para que sea reutilizable e ir un poco más lejos que la generación precedente.

 

Referencias

Freud, S. (1986). Tótem y tabú y otras obras (1913-1914) (J. L. Etcheverry, Trans. Vol. 13). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.

Goleman, D. (2000). La inteligencia emocional (E. Mateo, Trans.). México: Javier Vergara Editor.

Kaës, R. (1995). El grupo y el sujeto del grupo. Elementos para una teoría psicoanalítica del grupo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.

Zeig, J. K. (1980). Un seminario didáctico con Milton H. Erickson (L. Wolfson, Trans.). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.