La función comunicativa del poema

Cuando leemos un poema por primera vez, y las palabras con las que se revela1 son las adecuadas, la lectura nos repercute, nos cimbra y nos hace parte del universo de la poesía. Si en una segunda lectura pasara lo mismo, entonces vale la pena cuestionar: ¿cada vez que leemos un poema es la primera vez?

La repercusión de la obra nos hace partícipes de ella, tal como lo describe Harold Bloom en Canon occidental, cuando describe que lo que repercute es la extrañeza de la obra y esta extrañeza hace que trascienda el poema.

Cuando leemos poesía somos receptores, cuando los poemas repercuten encienden en el lector inquietudes, mueven fibras, hilos delgados que provocan cambios en el lector, quien recrea el poema. Al recrearse, el poema trasciende; el poema llama al poema, llama al lector. El lector realiza su lectura, hace sus interpretaciones; crea su significancia, su sentido, sus valores. Cuando el poema se asimila comienza el proceso de comunicación. El diálogo generado se enriquecerá cuando el lector le conteste al poema con sus experiencias, sus lecturas previas, sus mundos; cuando el lector sea evocado por el poema, cuando el lector deje de ser pasivo y se convierta en creador: crea una nueva lectura del poema.

El poema entonces consigue su primera particularidad: se constituye en un proceso comunicativo en el sentido básico del concepto: existe un receptor, un emisor, un mensaje, un canal, códigos, un contexto. Este proceso comunicativo tiene sus particularidades: ninguno de los elementos es fijo, el emisor y el receptor están en constante movimiento (como pasa en cualquier diálogo: el emisor se convierte en receptor, y viceversa, cuando existe el intercambio de ideas o información). Nunca permanecen fijos ni el receptor ni el emisor. El poema pasa a ser receptor cuando el lector deposita en él sus vivencias, sus experiencias e incluso su ser (al depositar todo lo que es). Por su parte, el lector al hacerlo espera que el poema se revele.

Los contextos, los canales cambian en la medida de la misma lectura. El contexto previo al poema cambia después de la lectura, el poema despierta los ojos internos para mirar las mismas cosas desde otra perspectiva. La palabra (la cual servía como canal) también cambia, no es la misma. Ya no sólo comunica, al comunicar: recrea, al recrear; transforma, al transformar; cambia al mundo, lo regresa al origen, lo avanza al futuro, le revela el presente. Contiene, para el lector, todos los tiempos, incluso los que no vivirá nunca y los que jamás vivió.


Una vez terminado el proceso de comunicación ninguno de los dos serán los mismos. El poema volverá a su estado original, latente en la espera de ser vuelto a leer, en espera de otro lector. El lector cambió, ya no es el mismo; si regresa al poema, encontrará nuevas circunstancias; la palabra (el canal) ya no es la misma. Su contexto ha cambiado, e incluso no existirá el mensaje, quizá nunca se entere que el mensaje fue construyéndose en la medida que él depositaba su ser en el poema. Vale entonces regresar a la pregunta inicial: ¿cada vez que leemos un poema, sin importar si es la segunda, tercera o cuarta vez, siempre será la primera vez?

El lenguaje
Si el poema sigue un proceso comunicativo, entonces el poema tiene una segunda particularidad: es un objeto lingüístico. Para que exista la comunicación y el diálogo es necesario que exista el lenguaje.

Paul Auster en La invención de la soledad hace referencia al hecho de que entre lo que se quiere escribir y la palabra hay un abismo. Esto sucede porque la palabra está constituida por elementos2 tanto externos como internos, los cuales hacen que la palabra tenga un sentido y un significado al momento de ser expresada. El lenguaje es la capacidad de desarrollar el proceso de comunicación, pero para desarrollar esta capacidad es necesaria la utilización de signos. El comportamiento y la naturaleza de estos signos son lo que permiten que el poema exista.

Retomo las ideas de Ferdinand de Saussure:3 el lenguaje crea un sistema de signos lingüísticos con los que es posible la comunicación: el poema y el lector generan un diálogo. Este sistema de signos lingüísticos crea una lengua dentro del poema; esta lengua es convencional al sistema poema-lector. El lector es capaz de crear significados y sentidos alrededor del poema. Cada verso leído, cada palabra asimilada tendrán para él un significado, los entenderá y creará con ellos nuevos sentidos. La lengua se recrea en el momento en que el lector es capaz de codificar y decodificar códigos, en el momento en que los signos que hacen el poema repercuten en el lector, quien los trasciende. Pero estos signos no sólo quedan en el plano de los signos lingüísticos, sino que van más allá.

En lingüística el habla es la capacidad individual que todo ser tiene para utilizar el sistema de signos. Estos signos en cada lector crean fenómenos diferentes, de acuerdo con su capacidad individual para entender la lengua. Los esquemas básicos de Saussure muestran las palabras como un concepto en el que existe una imagen acústica que nos remite a una imagen visual. El referente (imagen acústica) nos remite a un concepto (imagen visual); este esquema crea significados y sentidos convencionales: cualquiera que exprese silla podrá conceptualizar lo que es una silla.


En la poesía este esquema se transgrede y crea nuevos sentidos que no siempre suelen ser los mismos para cada lector. Las palabras unidas crean oraciones, las oraciones, frases, y las frases párrafos, estrofas; crean textos, cuentos, poemas. Y los poemas crean sentidos, mundos, universos. Rojo es un color pero también un atributo, y al anteponer el artículo “el” rojo se convierte en un sustantivo. Rojo sufre varias transformaciones.En poesía este fenómeno lingüístico se potencia, ya que las palabras escritas crean sentidos y significados que quizá, en una lógica convencional, estarían fuera de cualquier relación, pero que al estar presentes en el poema adquieren relación con las otras palabras y crean una lógica propia que sólo se podrá advertir cuando el poema repercuta en el lector.

Peces voladores
Al golpe del oro solar
estalla en astillas el vidrio del mar

Saber que este poema es un haikú de José Juan Tablada nos permite deducir que el poema tiene una influencia oriental, ya que se trata de estructuras poéticas desarrolladas en oriente y su constitución obedece a formular pensamientos filosóficos en tan sólo unos versos. Si los lectores desconocen esta información buscarán otros referentes. El título del poema los remitirá a la hidrografía, ya que lo peces pueden habitar tanto en los ríos como en el mar, pero este remitente se volverá más claro (sin llegar a la exactitud)4 cuando utilice el atributo “voladores”. La unión de estas dos palabra (sustantivo y atributo) crea una metáfora, ya que ningún pez es capaz de volar, sin embargo si nos referimos a una clasificación zoológica conocemos que una especie de peces es llamada así por su forma de salir del agua y sumergirse.

En el primer verso el lector encuentra las palabras “golpe”, “oro”, “solar”. Sin necesidad de nombrarlo, entenderá que esas palabras corresponden a sustantivos, donde “golpe” es una acción sustantivada y “oro” corresponde a sustantivos concretos, sin embargo se vuelve atributo de “golpe”. “Solar” no hace más que especificar más aún el sustantivo “golpe” pero también le da atributos particulares a “oro”, que al combinarse ambas “oro” se vuelve sustantivo concreto.

En el lector existen entonces los conceptos concretos de las palabras, pero su orden sintáctico hace que estos conceptos se modifiquen; aunado a lo que el lector deposita en el poema, se crean nuevos sentidos para estos conceptos.

El lenguaje asume la total relevancia. La lógica convencional de los esquemas básicos de Saussure fue totalmente transformada, ya no correspondía la imagen acústica con la imagen visual, ya no correspondía el referente con el significado real; sin embargo, esta propiedad imagen acústica-imagen visual sigue presentándose en el poema aunque funcione de manera distinta en cada lector. El lenguaje y su capacidad lingüística son inherentes al poema, están presentes y son indisolubles en el poema.

Notas
1 Me refiero a la revelación que propone Rimbaud en el libro Las iluminaciones, en la que sugiere que el poeta sea un vidente y un visionario.
2 Hablando de la morfología y la morfosintaxis de la lengua, así como de sus contextos sociales y geográficos contenidos en la palabra.
3 Hablo de los conceptos lenguaje, lengua y habla, así como de la idea de las imágenes visuales y las imágenes acústicas.
4 En el poema no existe la exactitud, porque su lectura obedece a creación y recreación, cada lector interpretará el poema de forma diferente.