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Poemas

Andrés Guzmán Díaz


Anciana pide transporte

“¿Adónde va usted?”
“Derecho.”
“Déjeme subir entonces,
para bajar cuando lo necesite.”
“Adelante.”

“Los huesos ya no me dan para tanto:
se rompen a cada paso, a cada recordar.”
“No pierda la fe,
que estamos lejos.”

No voy a decirle que no llore,
no voy a sugerirle que no malgaste
sus moneditas en comida
porque es un lujo
porque comer es de reyes.

No voy a decirle que no salga,
que se quede aquí,
conmigo,
a pasear en medio de estas estrellas
opacas, grises, indolentes.

No voy a decirle que me voy con usted,
cuando baje al abismo de un hogar
que no tiene,
que no necesita,
que no la espera
porque no existimos.


Orgasmo

Acércate sin miedo.
No soy de pájaros espantador
ni de cerdos oro cálido.

Entra,
como si fuera tu casa,
pero como si perdido estuvieras,
como entran los tigres en las rayas,
como las noches en los relámpagos entran.

Trae a tu semejante,
a quien has de negar tres veces,
de quien has recibido la manzana que golpeó a Newton,
a quien traicionarás por chocolate,
por quien sacrificas con sangre.

Pósense aquí,
sobre mí, que soy lecho de vidas y muertes.
Con una mano sostengo sexos,
con la otra arrojo corazones palpitantes.
Semen y saliva,
huesos y heridas,
lo mismo te dan.

Penetren aquí,
donde los abismos se elevan,
cual Everest,
en evolutiva una infinita cadena,
pira de cadáveres recién procreados,
recién cogidos.


Hundí dos

¿elevados o elevadores?
eleva dos
él eva dos
él leva dos
elle é va d’or est

Dime qué ves en las huellas del cielo,
en los rasgacielos lejanos,
en las iglesias que como
panes se multiplican,
en los poderes que someten.

Dime qué ves en los techos circundantes,
cuáles gatos maúllan de dolor,
cuáles perros se adormecen en el vaivén
de un tráfico sempiterno,
de pájaros en los brazos de Ariadne.

Dime qué ves en el suelo,
cuéntame las peleas de cuadriláteros
descubiertos redondos por Colombus,
cuéntame las injurias de las hormigas,
mira ese estúpido que pisa caca.

Dime qué ves aquí,
en lo hondo de estos ojos,
ojos tristes que te miran felices
porque estás elevada, como virgen,
como antena parabólica que recibe sin dar,
aunque dándolo todo, desde lejos, desde lo hondo.


Par en tenso

Mi mamá
fue mi padre:
          nunca estuvo.

Mi padre
fue mi soledad:
          siempre presente.

Mis hermanos,
placeres
          desconocidos.

Mis amigos,
          palabras sabias
que se repetían en pistas
de baile.

Yo
          soy
                    la otra.


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