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Poemas

Andrés Guzmán Díaz


No des tiempo

Que te ahogue en un abrazo.
Te mira pequeño,
indefenso,
idéntico al mar y a la tierra;
mitad gritos y sonrisas que confluyen en dulce llanto.

Que te ahogue en un abrazo.
Te habla para hacerte hablar,
te mira para hacerte mirar,
te avienta para que navegues,
para que escaves en la madera que no embona jamás.

Que te ahogue en un abrazo.
Lee para ti periódicos viejos,
revistas concienzudas,
artículos y verbos que se enlazan;
razonamiento que se fragmenta en adioses y olvido.

Que te ahogue en un abrazo.
Te mira de nuevo pequeño,
se contempla perpetuado en el instante,
se sostiene en el pasado e
imagina que es eterno el mundo, más allá del aquí.

Que te ahogue en un abrazo,
pues comprende que vivió contigo
una muerte que se tarda en llegar,
pero que llega tan pronto
que no da tiempo de aprender a caminar sobre el recuerdo.


Esa clase de astillas

Yo solía conocerle.
Se peinaba hacia atrás,
como queriéndose mostrar
al mundo entero,
como presumiendo
su alma a todos.

Yo solía conocerle.
Ante mi risa se reía,
ante mis lágrimas lloraba,
ante mis susurros gritaba,
ante mí saltaba.

Yo solía quererle.
Le regalé flores, chocolates…
boberías baratas que sólo
sirvieron más para alejarle.
Artículos de quinta mano
que arrojó a una sexta
cuando me di la vuelta.

Yo solía verle.
Ponía una cara de estúpido,
de babear al borde;
del llanto estuve al borde
también con su inmaculada
belleza, me acuerdo bien.

Yo solía olvidarle.
¿Quién eras?
¿Adónde has ido?
Me preguntaba de manera
idiota.
Y la verdad es que jamás
se ha ido, sigue aquí,
como esa clase de astillas
clavadas en los personajes
caricaturescos. Sigue aquí,
aunque ya no suela quedarse,
nunca más, a mi lado.


Vana redención

Que con los brazos abiertos esperarás por mí es mentira.
No me diste tu espada para mi defensa,
no mandaste cartas para que recordara
cómo es tu rostro, cómo es tu hambre,
cómo era tu ira y cómo no me esperabas.

Que con lágrimas saborearás el viento es mentira.
No lloras.
No gimes.
No lamentas falsas promesas,
no te hundes los abismos que creas,
no imaginas fantasías en las que triunfo,
no tienes la esperanza de que vuelva.

Que a los cuatro vientos clamarás es mentira.
Tu silencio grita, los ecos de la cueva colisionan sobre ti,
inmutable,
inerme.
Los murciélagos —ya no palomas blancas— agitan su piel
porque las plumas se desprendieron con el sol.

Que me recordarás en mi muerte es mentira.
Mi sepulcro no te entierra,
mis huesos no son tuyos,
mi carne no es de gusanos comida,
sino de buitres que se posan en mi costilla,
en mi sexo,
en mi cara.

Que los clavos fabricaste tú no es mentira.


Jumb13

Fotógrafo

Raúl Caballero García


Jumb14

Luz

Ana Romano Argentina


Jumb15

En defensa del clavo...

Gabriel Cerda Vidal


Jumb27

Adagio

Tere Acosta