Logo

Klimt y los signos

Andrea Azucena Avelar Barragán

Existe una relación muy íntima entre la literatura y la pintura, aun cuando son artes de diferente clasificación, la primera temporal y la segunda espacial. La imagen y los signos son cuestiones inherentes a ambas desde su primer florecimiento. Gilles Deleuze, en su obra Proust y los signos, en la que analiza a profundidad En busca del tiempo perdido, identifica los signos que constituyen la materia de un mundo, de una obra, donde los signos son emitidos por los objetos, sujetos y situaciones. “La obra de arte no se limita a interpretar o a emitir signos por interpretar, los produce mediante procedimientos interminables” (Deleuze, 1972, p. 1).

Cuando hablamos de arte, en cualquiera de sus manifestaciones o posibles combinaciones, este responde a dos potencias: la diferencia y la repetición, conceptos desarrollados por Deleuze. Los signos emitidos y producidos por una obra serán interpretados por un sinnúmero de formas distintas. Deleuze describe al acto de interpretar los signos emitidos por la obra como un aprendizaje.

Resulta interesante describir el fenómeno del ritmo, también propuesto por Deleuze, en una obra pictórica, pues la pintura pareciera estar condenada a ser atemporal, ya que no cuenta con los recursos del lenguaje para expresar tiempos. Sin embargo, con las diferentes corrientes que han intervenido en el arte, la pintura dejó de ser una representación estéril de un momento único, ha encontrado sus propios medios, sus propios signos, que le permiten expresar el flujo del tiempo y sus giros.

Gustav Klimt (1862-1918) nació en Viena, en el seno de una familia humilde. Desde los catorce años demostró un enorme talento para dibujar. Estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de Viena con un desempeño que lo llevó a conseguir numerosos encargos y posteriormente premios por su trabajo. Se consideró a sí mismo como carente del don de la palabra, por lo que es imposible encontrar evidencia escrita sobre la interpretación de su trabajo. Su versatilidad siempre permitió que su obra se prestara a la combinación de las artes, como cuando ilustró la Novena sinfonía de Beethoven y los versos del Himno a la alegría (1902-1904). En su llamada “época dorada”, Klimt logró el aplauso de la crítica. Se le conoció así por la incorporación de pan de oro en las obras. Durante esta temporada, en su obra aparecieron símbolos reiterados y una desenvoltura de la sensualidad y el erotismo en su máxima expresión, culminada con su obra más famosa, El beso.


Las tres edades de la mujer y la representación del tiempo

Klimt

La temática que Gustav Klimt desarrolla en la época de su vida y trabajo denominada “dorada”, tiene como elemento importante el tiempo, factor que el pintor busca representar partiendo de la prematura muerte de su hermano Ernest. Este hecho resulta su principal motivador para tocar los temas de la vida y la muerte contrapuestos.

El cuadro Las tres edades de la mujer está inspirado en el pintor renacentista Hans Baldung Grien y su obra Las tres edades de la mujer y la muerte. La diferencia más notable es que en el cuadro citado figura la muerte con un reloj de arena entre las manos, símbolo inexorable del paso del tiempo. En el cuadro de Klimt este gesto, aunado a las tres figuras femeninas que representan la vejez, la juventud y la infancia, el símbolo es mucho más sutil, se encuentra en el fondo. A manera de cascada y en el margen superior izquierdo, el color arena se escurre dejando un rectángulo negro sobre las figuras y un fondo salpicado de puntos plateados. El ciclo de la vida está posado dentro de un reloj de arena, sin posibilidad de salir. Si en Proust, Deleuze encuentra que la búsqueda del pasado “el hombre vive un futuro sido”, en el lienzo de Klimt todos los tiempos están conjugados y pertenecen únicamente al presente.

Existe otro símbolo reiterado que nos habla sobre el tiempo en la obra de Gustav Klimt. La cabeza inclinada no es una postura presente sólo en unas cuantas obras, es un recurso al que acude constantemente, especialmente en el cuadro Las tres etapas de la vida de la mujer. La postura inclinada expresa el peso del tiempo sobre los personajes. Las tres figuras convergen en un espacio estrecho en medio del lienzo y a pesar de la posición de los pies de la mujer vieja, más arriba que la de la madre y la niña que tiene entre sus brazos, la inclinación de su cabeza permite una homogeneidad del espacio ocupado. Los cuellos subyugados, sumisos ante el paso del tiempo y su peso. La anciana lo recibe cansada y la mujer joven, indulgente.


Los signos mundanos y la figura humana

Klimt

La imagen del cuerpo humano en la pintura de Klimt no atiende a un estilo convencional y académico de belleza, su realismo y su llamada “fealdad” le produjeron rechazo y escandalizaron a la sociedad estudiosa durante un tiempo. Acostumbrados a la representación de la perfección, la natural anatomía de los dibujos de Klimt los hacía sentirse incómodos. Klimt era un excelente dibujante con una noción bastante buena de los estándares de belleza en los desnudos decididos por la academia, lo podemos ver en sus primeras obras de carácter histórico, como sus trabajos en el teatro de Taormina (1886-1888). Los signos mundanos, según Deleuze, no remiten a las estructuras, son superficiales y suscitan una exaltación superficial, como hacen los cuerpos naturales de Klimt. El juego de las posiciones que por una parte sugieren que el personaje está de pie, pero sus manos sugieren que está sentado en los diferentes retratos.

El color dorado era utilizado por Klimt a raíz de la inspiración producida por los mosaicos bizantinos que contempló en uno de sus viajes al extranjero. Su uso, podría decirse, respondía plenamente a la función ornamental, aunque puede producir muchas sensaciones en primera instancia. El color dorado es muy imponente, nos hace pensar en riqueza, opulencia, incluso divinidad, como hace en el cuadro de Dánae. Los fondos y detalles sólo buscan una perfección en la estructura del cuadro.


El beso y los signos del amor

Klimt

Clasifico los símbolos que provienen del arquetipo como estrechamente relacionados a los únicos dos temas presentes en la literatura: la muerte y el amor. En la obra de Klimt, principalmente en El beso, resultan simples de identificar estas estructuras mentales que comparten todas las culturas. El pintor se ha encargado de decorar el camisón del varón de cuello fuerte y piel tostada con rectángulos blancos y negros sobrepuestos al dorado. En cambio, en la prenda ceñida de la mujer podemos ver espirales y curvas de colores más vivos. Esto puede remitir a la anatomía, principalmente. Los rectángulos presentes en la bata del hombre podrían hacer referencia al falo (símbolo que está presente también en la pintura Dánae, 1907-1908). El cuerpo femenino posee más curvas que las del masculino, fácilmente identificables en los senos, la cintura y la cadera. El dibujo del contorno del cuerpo bajo el manto dorado, al contrario de las tendencias naturalistas que destacan en el rostro y manos de los personajes, no pretende hacer esta distinción entre uno y otro, sin embargo, los jeroglíficos que los cubren lo hacen.

La alfombra de flores que sostiene las rodillas de las figuras en el centro del cuadro es una referencia a la fertilidad, igual que las flores blancas y azules que recubren los cabellos rojizos-castaños de la mujer. En el hombre no hay flores, hay hierba, otra distinción entre el género y su unión.

Cuando Deleuze nos habla de los signos del amor, lo hace de una manera más bien desesperanzadora. La mujer que se entrega a su amante, envolviéndolo con sus brazos y sonrojada, ¿esconde dentro del universo indescifrable de su alma a Gomorra? Con los ojos cerrados, todo mundo parece inocente. El amor entre las figuras nace a partir de la contemplación, la “interpretación silenciosa”. Los signos emitidos por el alma del amado llegan al receptor incompletos, tal vez como mentiras, nunca habrá certeza.

Deleuze escribe: “Los celos como más profundos que el amor […] son el destino del amor, su finalidad”. El mundo del ser amado excluye, nos dicta la condena de amar, pero siempre con la incertidumbre de que tal vez no somos correspondidos.

Las figuras están fundiéndose en un abrazo, están al borde de una línea ascendente que nos hace imaginar un abismo, un abismo bajo la alfombra de flores y en el que los personajes de la pintura están dispuestos a caer en cualquier momento. A pesar de la unión de los cuerpos y la combinación de signos femeninos y masculinos en los mantos a la altura de la pelvis como una sugestión sutil del acto sexual, la línea ascendente evoca que el amor tiene bases inestables, y por lo tanto un fin: “Los dos sexos morirán cada uno por su lado”.

El cuadro representa el apogeo del amor tierno y erótico. Apasionado, dulcísimo, pero inerme ante el dolor que provoca el amor, los celos, la inestabilidad, por eso el vacío, el borde del acantilado y los pies de la mujer apenas apoyados en la alfombra de flores. El inmenso vacío dorado atrás, atemporal.


Dánae y los signos de cualidad sensible

Klimt

La mitología era un tema poco tratado por Klimt a lo largo de su carrera. Su época dorada resultó quizá una excepción. Entre los años de 1907 y 1908 pintó el cuadro titulado Dánae, que muestra el mito de la ninfa fecundada por Zeus en forma de lluvia dorada. El mito fue ilustrado anteriormente por otros pintores, pero nunca con una composición como la planteada por Klimt, quien eliminó elementos de iconografía y se concentró en la acción: la fecundación. Klimt disfrutó de muchas libertades sexuales, por no decir que era tremendamente promiscuo; las mujeres eran como un vicio para él y en el cuadro de Dánae logra una expresión completa de las facetas femeninas, sensualidad y sexualidad: el éxtasis.

Deleuze plantea que los signos de cualidad sensible provocan dicha, son signos felices. Aparecen como metáforas, son un signo que nos remite a otro objeto por descifrar. La lluvia dorada, de cualidad divina y representada con dorado, es quien lleva a cabo el acto que conforma la obra. Al contrario de otros cuadros, donde la pintura dorada, aparte de aparecer en detalles y ornamentación, sólo compone el fondo.

Los signos que aparecen en la pintura y expresan lo que está ocurriendo son muy sutiles. Hemos visto el rostro ladeado de la mujer pelirroja y hermosa con los ojos cerrados antes, pero la ninfa tiene además los labios entreabiertos, las narinas dilatadas, una mano crispada y ¿dónde está la otra?, en su entrepierna, al parecer. Me atrevería a decir que el mito de la ninfa y Zeus fueron un pretexto para representar de manera íntima un acto de autosatisfacción, alejándose de la divinidad del torrente. El mando de la acción fluctúa entonces entre la lluvia dorada y la receptora, pero únicamente para desembocar en otra acción que no necesita un dios y una ninfa.

El acto de observar una obra, traducir sus signos y aprender es como un signo de amor, nunca vamos a tener la certeza porque la obra de arte se repite a sí misma y siempre cambia. Pero todos los signos convergen en la obra de arte y forman su unidad. Es necesario tener una disponibilidad y apertura para poder apreciar los signos porque podemos encontrarlos combinados, amalgamados.


Referencias

Deleuze, G. (1972). Proust y los signos. Barcelona: Anagrama.

“Gustav Klimt” (Sfe). En “The Art Story. Modern Art Insight”. Recuperado de http://www.theartstory.org/artist-klimt-gustav.htm el 7 de diciembre de 2015.

Klimt. Grandes maestros de la pintura (2008). Barcelona: Grupo Milenio.

“La lluvia dorada” (Sfe). En “Artehistoria”. Recuperado de http://www.artehistoria.com/v2/obras/366.htm el 10 de diciembre de 2015.

Riesgo, F. (2013, 1 de febrero). “La vida privada de una obra maestra: El beso. Gustav Klimt”. En “Ivoox”. Recuperado de http://www.ivoox.com/vida-privada-obra-maestra-el-audios-mp3_rf_1755702_1.html el 7 de diciembre de 2015.


Jumb40

Carlos Villaseñor

Blanca Brambila Medrano


Jumb38

Escenas de sol y de luna

Ernesto Loza


Jumb34

La tumba de Tutankamón

Luis Rico Chávez


Jumb37

Alegoría de la razón

Luis Carlos Emerich


Jumb31

Guanajuato, un amor constante

Carlos de la Riva


Jumb36

Pintura

Susana Soto Poblette


Jumb1

Samsara

Adriano de San Martín Costa Rica


Jumb2

Deriva

Andrés Guzmán Díaz


Jumb3

Sala de lectura El Aleph

Andrea Madrigal


Jumb4

Cercanía

Ana Romano Argentina