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La imagen desafortunada de la vida en pareja en algunas redes sociales

Juan Castañeda Jiménez

Me han llamado la atención los chistes alusivos a la vida en pareja como desventaja debido a la constante tensión que se sostiene en ella: entre los contrayentes y con los familiares del cónyuge, en especial con la suegra. Algunas frases alusivas: “Ya se casó, ya se amoló”, “el que se casa, por todo pasa”, “quien bien te quiere te hará llorar”, “el matrimonio es al amor lo que el vinagre al vino: el tiempo hace que pierda su primer sabor”, “por cada cien matrimonios, ciento dos arrepentidos”, “quien no tiene suegra ni cuñado es bien casado”, “madre, ¿qué cosa es casar? Hija: hilar, parir y llorar”, “los que están afuera quieren entrar y los que están adentro quieren salir”, “el tiempo que hemos vivido juntos se me ha hecho como cinco minutos... pero bajo el agua”. A pesar los refranes en contra, la gente prefiere (o prefería) vivir en pareja que sola. Aunque en la actualidad la mayoría de las personas viven en pareja, el interés va a la baja.

Si bien el problema es multicausal, parece tener relación con dificultades para la comunicación. Las personas con mayor éxito en el matrimonio suelen mostrar mayor desarrollo de la competencia para la empatía. Son más sensibles a los cambios sutiles de su compañero de vida. Aunque comprender a la pareja es la primera condición, la segunda e igualmente importante es sentir deseos de complacerla y hacer lo correspondiente para ello. También hay que tener cuidado de no herir, ni con palabras, ni con actos. Quien se permite insultos, pronto encontrará problemas en sus relaciones. Hay que estar siempre atento a la salud, la alegría por la compañía conyugal; sin ese esfuerzo, la relación se encuentra en riesgo. Una frase de León Tolstoi puede ser más elocuente: “El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde”. Quizá no exista nada más confortante y dichoso que lograr mantenerse en la barca. En otras palabras, la vida en pareja es el mejor soporte para el bienestar. Por ejemplo, Glenn y Weaver (1981) afirman: “Numerosos estudios transversales, longitudinales y retrospectivos, han mostrado una mayor prevalencia e incidencia de muchos desórdenes tanto físicos como psicológicos, así como una menor esperanza de vida entre las personas sin pareja”. También James Lynch (1977) afirmó: “Las personas no casadas siempre tienen índices de mortalidad más elevados, a veces hasta cinco veces superiores a los de los individuos casados” (citas en Espino Rodríguez, 2003).

Todos anhelamos amar y sentirnos amados de una manera incondicional, pero al no lograrlo, aparece frustración, ataque abierto o sutil y, con ello, las peores desdichas. El matrimonio ha venido perdiendo prestigio posiblemente por el descenso en la habilidad para las interacciones. En nuestro país, desde la década de los 80, se ha venido incrementando el divorcio: “La tendencia indica que el número de separaciones se incrementa, al contrario de los matrimonios que cada vez son menos. […] Cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) indican que en Jalisco, durante 15 años (1999-2013), se redujeron 25% los matrimonios civiles; mientras, los divorcios se incrementaron 64% durante el mismo periodo. […] Según cifras de la Secretaría General de Gobierno, seis mil 704 matrimonios dieron por terminada su relación durante 2014, 18 cada día, en promedio” (El Informador, 9 de abril de 2015).

Ese incremento, al principio, pudo atribuirse a la liberación femenina y a la inserción de la mujer en la vida productiva remunerada. Es probable que ello influyera, pero también pudo ocurrir que esos cambios en la vida concreta modificaran el imaginario social respecto de la vida matrimonial que aceptaba la disolución como una posibilidad menos estigmatizada que antes. La incorporación de la mujer al trabajo remunerado elevó la confianza en sí misma y en sus posibilidades para resolver la vida sin un compañero que violentara su dignidad. Ya no admitiría el sometimiento servil que la costumbre avalaba.

El equilibrio en las relaciones entre el hombre y la mujer aún no alcanza su estabilidad. Sigue ajustándose. Si bien los datos del INEGI muestran año con año ascenso en la tendencia en la tasa de divorcios, la gente sigue casándose, aunque menos que antes. Ese índice de fracasos en el matrimonio desalienta a los más jóvenes para considerarla opción viable para el bienestar.

Por cierto, la mayoría de jóvenes cuyos padres se divorciaron no aspira al matrimonio, ni cree en el amor para siempre. Esto lo he confirmado semestre a semestre con mis grupos escolares de bachillerato. Al parecer, la ruptura entre los padres deja honda huella negativa en los hijos respecto de las posibilidades del matrimonio. Los hijos en esa circunstancia actúan con sentido común puesto que sus padres mostraron incapacidad para resolver sus problemas. Los hijos quedaron desprovistos del aprendizaje para las relaciones amorosas estables.

En tiempos de los abuelos de los jóvenes de hoy, los roles sexuales eran claros: el hombre era proveedor y autoridad avalada por la mujer, en tanto que ella se encargaba del hogar y de la crianza de los hijos. Cuando iban de compras, llevaban una bolsa porque nada era desechable. Para comprar leche, refresco o cerveza, había que llevar envase porque eran retornables. Los pañales eran de tela, se lavaban y usaban muchas veces. Casi todo tenía refacciones porque las cosas se reparaban. En la actualidad, casi todo es desechable y reemplazable: los objetos, los empleos, las amistades… todo. Las relaciones se hicieron efímeras y sustituibles.

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Figura 1. Tendencia de divorcios a nivel nacional


La comunicación antes tendía a profundizar en los temas; desde la revolución en las tecnologías de la comunicación e información (TIC), la información ha tendido a ser panorámica. Los contenidos audiovisuales son ágiles, cortos y ligeros. El contenido puede abarcar mucho, pero suele quedarse en la superficie. Todo eso parece influir en los intercambios entre las personas: relaciones light que rara vez llegan a la intimidad, al centro del ser.

La relación de pareja se ha vuelto también superficial y efímera. Ahora que la mujer se ha convertido en proveedora, aparece confusión en los roles y eso agranda los conflictos entre los contrayentes. Al compartir todo o dividirse tareas internas y externas al hogar, con frecuencia se incurre en injusticias que estimulan discusiones que pueden devenir en divorcio. Los descontentos están vinculados también a la falta de respeto entre ellos.

Un dicho popular sostiene que “entre broma y broma la verdad se asoma” y las redes sociales están cargadas de chistes agresivos entre el hombre y la mujer. Pintan una realidad en la que el hombre es incapaz de comprender las necesidades de la mujer y cuando ella lo imita, hacen de su relación una guerra. La mujer busca su lugar de dignidad frente a sí misma y su cónyuge pero, al no encontrarlo, imita al varón y recrea un rol cargado de agresividad. Los movimientos de liberación femenina presentan ese drama. El problema parece ser: ¿Cómo vivir en pareja sin humillar ni ser humillada? Al asumir el rol masculino entra en conflicto con él, ya que este se percibe invadido. La película La guerra de los Roses es ejemplo de lo que ahora menciono.

El combate entre los sexos agranda la brecha de discordia. Esto puede reforzar, de forma no intencional, la exploración amorosa con personas del mismo sexo. Pero también entre ellas, la tendencia al divorcio no se altera. Quizá porque en las personas del mismo sexo pervive el modelo de rol activo y rol pasivo.

Las relaciones amorosas en pareja se han vuelto frustrantes y las personas jóvenes muestran tendencia creciente a la arbitrariedad y baja tolerancia a la frustración: cada vez hay menos motivación para esforzarse por arreglar las desavenencias entre los contrayentes, prefieren desertar. Generalmente se centran en ellas mismas, piensan en su felicidad, pero no en el daño que causan a sus hijos como efecto de su separación.

En mensajes de WhatsApp también encontramos la contraparte: mensajes sensibleros que instan a que la mujer recupere su rol tradicional de dama y no imite más al hombre: fajándose pantalones, bebiendo alcohol, ejerciendo infidelidad, hablando majaderías, etc. Ese tipo de comunicaciones busca rescatarla de su comportamiento masculino y volverla a su rol tradicional de digna sumisión. El concepto dama está cargado de significado autoritario. Significa dominio, y esa actitud no ofrece alternativa promisoria (a largo plazo) en las interacciones. Cuando las relaciones entre las personas son verticales, conllevan agresividad que, aunque de momento no se descargue, tarde o temprano produce violencia. Ser una dama no garantiza relaciones armoniosas con la pareja. Si bien resulta atractivo para quien no lo tiene, el dominio es un alimento que al final tampoco llena a quien lo posee puesto que lo separa de los demás.

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Figura 2. Tendencia decreciente de matrimonios


Los chistes y mensajes sensibleros pintan al hombre como un ser irresponsable, flojo, vicioso, con doble vida, mentiroso y otros atributos desafortunados. Aunque como estereotipo de varón resulta grotesco, esos mensajes parecen aceptar, sin crítica, un modelo de hombre patético que jamás sería autosuficiente; un individuo que vive buscando quién se haga cargo de su vida. Busca no una compañera, sino una esclava que se desviva por atenderlo, aun cuando él pase el tiempo viendo televisión, mientras bebe cerveza y esparce basura que no recoge. Definitivamente, ese modelo es vergonzante también para el varón. La pareja de este tipo es la que está en crisis por su incapacidad para producir bienestar.

Si bien hay deterioro en la diversión que muchos hombres y mujeres eligen con el único propósito de encontrar el placer por sí mismo (antros, casinos, bares, relaciones efímeras, etc.), no creo que se avance mucho cuando la crítica se limita a culpar a uno de los sexos. Acabo de ver un video en las redes sobre el hombre perfecto, en el que se muestra un varón atlético que se levanta antes para preparar un desayuno bien cuidado a su pareja, quien resulta ser otro hombre. Es un mensaje-chiste para fortalecer la idea de que los hombres perfectos no existen o no son para las mujeres... o que los hombres valiosos o guapos son gay. También ha circulado un meme que define: “Un hombre sin panza es como un cielo sin estrellas”. De modo que se refuerza el estereotipo del hombre desinteresado en su salud y en agradar a su pareja.

El asunto es que muchas personas viven el amor de pareja por relevos: casamiento-divorcio, debido a la incapacidad para comprender(se). El problema es que cada frustración deja culpa y convicción de incompetencia para vivir acompañado. Cada fracaso devalúa ante los propios ojos. La persona puede no tomar conciencia de su deterioro puesto que lo cubre con relaciones efímeras y embrutecimiento en los vicios de su preferencia; se va convirtiendo en una persona licenciosa con valores tan flexibles en los que todo cabe... menos el bienestar. Al final, toda esa flexibilidad no alcanza para nutrir, para sentirse pleno. Por el contrario, siente vacío, tristeza y rabia (bipolar). Ya no le importa estar bien con alguien porque no está bien consigo mismo. Aunque no tenga plena conciencia, se ha perdido respeto y por eso no puede respetar a nadie más.

Sin recuperarse a uno mismo, es imposible recuperar a otros. Probablemente este deterioro de la vida ha promovido homosexualidad como intento de encontrar alternativas menos destructivas para vivir. Por desgracia, en la mayoría de los casos se repite la misma historia. Quizá el problema no radique en alternativas para el ejercicio sexual, sino en recuperar la dignidad: el respeto y aprecio por uno mismo. Si nunca se tuvo, habría que aprender a cultivarlo. Una persona capaz de producir(se) bienestar en sus interacciones con los demás es también capaz de consolidar una relación de pareja.


Referencias

Espino Rodríguez, S. E. (2003). Tipos de elección de pareja y bienestar subjetivo. Puebla: Universidad de las Américas (Licenciatura en psicología). Recuperado de http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lps/espino_r_se/.

El Informador (9 de abril de 2015). “Diviorcios aumentan de 12 a 18 diarios”. Recuperado de http://www.informador.com.mx/jalisco/2015/585658/6/divorcios-aumentan-de-12-a-18-diarios.htm.


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