Luis Rico Chávez

Resumen
          Las nuevas TIC, contra lo que considera la mayoría, más que una manera de distanciamiento entre docentes y alumnos, pueden transformarse en un medio de contacto, al permitirnos, mediante el análisis de los nombres de usuario y los correos electrónicos que podemos enviar y recibir como actividades de tutorías, realizar una exploración inicial de sus intereses, gustos y preocupaciones, lo que nos brinda los primeros indicios para orientar nuestra labor académica y tutorial. En el presente trabajo, con la semántica como instrumento de análisis, realizo un acercamiento a la identidad de los bachilleres partiendo del estudio de sus nombres de usuarios y de una serie de correos electrónicos recibidos como parte de mi trabajo como tutor.

Propuesta metodológica
          Los términos técnicos, especializados, suelen asustar a los neófitos, y muchas veces también a los profesionistas que, en ocasiones contra su voluntad, los deben utilizar. Espero que el concepto que servirá como fundamento metodológico para el presente trabajo no los espante. Se trata del de isotopía, que la semántica le robó a la química. Durante mi formación académica —de literatura y lingüística—, provocó un buen número de dolores de cabeza entre los estudiantes, y yo lo utilicé al final como herramienta para mis proyectos de titulación, y hoy lo recupero para las dos aproximaciones a la identidad de los bachilleres.

          Como asegura un especialista, que ha dedicado su vida a los estudios semánticos, las isotopías representan “una redundancia, una repetición de ciertos puntos de significado” (Vevia, 2000: 72). Nada pues del otro mundo. Para ampliar un poco más el sentido en que lo emplearé, pondré como ejemplo al médico o al psicólogo que, a través de la sintomatología o los indicios perceptibles en los mensajes corporales o lingüísticos del paciente, diagnostican una enfermedad o descubren un estado anímico o emocional.

          En español los profesores hablan de paradigmas, y en el análisis del discurso los investigadores buscan palabras con significados afines para extraer sus conclusiones. Rastrearé, entonces, en los nombres de usuario y en el discurso de los correos electrónicos de mis tutorados esas redundancias, esas repeticiones de significados para intentar la aproximación a su identidad.

¿Por qué el correo electrónico?
          Hay una razón de orden práctico para utilizar el correo electrónico en las tutorías: el sustancial ahorro de tiempo que proporciona.

          El programa de tutorías de mi preparatoria incluye cinco actividades, a desarrollar a lo largo del semestre. Por lo general se busca que el tutor sea maestro del grupo, por obvias razones: para no molestar a otros profesores ni robarles horas-clase; yo sí puedo molestarme a mí mismo y robarme horas. Claro, el tutor se queja, en primer lugar, porque el tiempo asignado para el desarrollo de los contenidos de su asignatura (ahora unidad de aprendizaje) es insuficiente, ¿y además añadir las actividades de tutorías? El correo electrónico atenúa, un poco, este problema. Y aun me permite cubrir contenidos adicionales.

          Para trabajar de esta manera, solicito a mis tutorados, en primer lugar, el envío de un correo con sus datos. Enseguida, a lo largo del semestre, remito alrededor de veinte mensajes en los que, además de cubrir las actividades del programa de tutorías de la escuela, sugiero la lectura de una serie de noticias, artículos o ensayos que, desde mi punto de vista, pueden resultarles de interés y a la vez apoyarlos en su desarrollo escolar, familiar y personal. Algunos de los temas recomendados en los últimos seis ciclos hablan sobre jóvenes intolerantes, embarazo en adolescentes, adicciones, sus relaciones con otros estudiantes, con profesores y con los padres, y sobre cuestiones escolares: cómo afecta desvelarse y estudiar por la noche, sugerencias para aprovechar la lectura, toma de apuntes, motivación, prepararse para los exámenes, el espacio y el horario de estudio, participación en clase…

          Y ahora, a la vuelta de los años descubro que esta emisión y remisión de correos, además de ayudarme a cubrir los requerimientos académicos, me permite identificar ciertos rasgos de los estudiantes que, de otra manera, pasarían desapercibidos en mi labor docente y tutorial.

Primera aproximación: el “nombre de usuario” como seña de identidad
          Aunque en un momento inicial pudiéramos creer que el nombre de usuario que los jóvenes utilizan en su correo electrónico nos dice poco, es un buen primer paso para descubrir parte de su personalidad, sus gustos y hasta su actitud ante los problemas que enfrentan todos los días.

          ¿De qué manera su nombre de pila y sus apellidos se transforman o se complementan con otros elementos? Saberlo nos permite descubrir cómo se ven a sí mismos; es algo similar a la marca territorial o a las señas de identidad que, como en el caso de los grafitis tan abundantes en los barrios de la zona metropolitana, nos muestran los dominios por los que nos movemos, y sirven como alerta para actuar en consecuencia. Doy un ejemplo: Isabel es “iizzaahh”; y otros más: “nancytambores”, “memok_mito”. Nuestra tarea consiste en averiguar si a Nancy le gustan las percusiones o está enamorada de un baterista, y si Mito es el mejor amigo de Memo o se trata del epíteto cariñoso con que se dirige a su novia.

          Abundan las palabras en inglés, pese al índice de reprobación en esta materia. Ya no hay “Pancho” en México, ahora tenemos a “frank_bubito”. Otros nombres de usuario: “buttercup_green”, “kittykiss_pink”, “jigsaw”, “sailorteremoon”, “vane.beautiful.love”, “stargirl”, “cherrystar96”. Además de la obvia influencia de la cultura gringa, ¿hablamos de falta de identidad? Nótese el uso de colores (el rosa, que es muy femenino, el verde por la moda de la ecología) y de palabras propias de la efervescencia adolescente: besos, amor, estrella, belleza, cereza…

          Se transparentan también sus preferencias (colores, equipos de futbol), y si añaden algún número y sabemos por qué es significativo para ellos, nos ayuda a entender qué valoran: su fecha de nacimiento, algún aniversario (de un noviazgo…): “jorgeatlas99”, “yil_harry”; en este caso, “Harry” es el novio de “Yil”; lo sé porque ella es mi alumna y he conocido su trayectoria escolar a lo largo de sus seis semestres de bachillerato; ésta es la sexta o la séptima vez que cambia su nombre de usuario.

          Es importante observar si priorizan el apellido o el nombre. ¿En qué medida éste puede convertirse en un conflicto o diferencia con los padres? Yo suelo pasar lista por el nombre, no por el apellido; con frecuencia estudiantes con más de un nombre me piden que omita uno de ellos; ocurre que, cuando cada uno de los padres elige el nombre para su hijo, suele llamarlo por tal nombre, y no por el elegido por su cónyuge. Si el joven tiene problemas fuertes con alguno de los dos, elimina el nombre que aquél le eligió. El semestre anterior tuve un alumno que se firmaba con apellidos diferentes: tenía problemas con ambos padres, según confesión propia.

          ¿Qué podemos decir de los diminutivos? ¿Nos revelan a estudiantes que se quieren o  que se autocompadecen? O se trata quizá de jóvenes que siguen atrapados en una etapa en la cual la existencia no era tan complicada, cuando eran los consentidos y el “Memito” o el “Jorgito” era sinónimo de amor, de protección y felicidad.

          Hay nombres que se explican por sí mismos, y son los que hablan de insatisfacción, de oscuridad, de ciertas actitudes ante la vida e incluso de suicidios: “luna-dark”, “idnaloca”: obsérvese la inversión del nombre: Andi (Andrea) la loca; “emo_torres”, “emo_suiciide_”: nombre del alumno con problemas con sus padres.

          ¿Especulación? No: aproximaciones, acercamientos; el nombre de usuario debemos considerarlo como un indicio, como un síntoma cuya función será auxiliarnos para reconocer ciertos rasgos que complementaremos con otros indicios que nos permitan acercarnos al joven y realizar una labor tutorial más eficaz. Los nombres de usuario, vistos en conjunto, nos muestran algunas de las tendencias, los gustos y las preocupaciones de los jóvenes; y, en lo individual, habría que considerarlos como un primer contacto para definir las acciones a seguir como tutores.

Segunda aproximación: lo que dicen sus correos electrónicos
          Se percibe, de entrada, que no todas las lecturas provocan las mismas respuestas; hay algunas que despiertan mayor interés; además, los correos sirven para darnos cuenta del grado de atención de los estudiantes a nuestra exposición, comentarios y observaciones en clase. Nos permiten conocer, también, su capacidad de comprensión lectora. Cuestión fundamental en su desempeño académico, así que debemos orientarlos adecuadamente en este sentido. A propósito de una de estas lecturas que provocó mayores comentarios positivos, cito un ejemplo de incapacidad lectora: “Se me hizo interesante el ejemplo que nos da en la lectura de que nos pongamos de acuerdo todo el salón para faltar a clases”, dice un estudiante. El texto, titulado “Presión de los compañeros”, habla sobre la influencia (positiva, negativa) que en ocasiones ejerce el grupo sobre los jóvenes. El fragmento del que este mal lector extrajo su conclusión es el siguiente:
Estos son ejemplos de dos situaciones que involucran presión de los compañeros:

  • Estás en la fiesta de un amigo. Un grupo de tus amigos están reunidos y están tomando cerveza.
    Tú sientes que para sentirte parte del grupo también tienes que tomar una cerveza a pesar de que no quieres hacerlo.
  • Un amigo en tu clase dice “Faltemos a clase”.
    Tú contestas que no quieres faltar. Tú amigo te contesta: “No seas tan miedoso, nadie se va a dar cuenta”.

          En sus correos los estudiantes emplean palabras o frases que no se permiten usar (excepto en exabruptos inconscientes de los que al momento se arrepienten) en clase; son, pues, más ellos mismos. Incluso confiesan ciertos comportamientos que no aceptarían frente al profesor (“nos da flojera leer”).

          Y así como hay errores de percepción también abundan las frases ambiguas. Con algunas de ellas debemos tener mucho cuidado, porque se requiere aclarar la situación con el estudiante. Menciono dos ejemplos: de un joven que refiere la dificultad para adaptarse a sus nuevos compañeros y su incapacidad para externarlo… a sus compañeros o a su profesor, no queda claro; y de otro que no se sabe si consume drogas o si da el consejo para que los demás no las consuman.

          Qué decir del hecho curioso de encontrar estudiantes que hablan de sí mismos en tercera persona: ¿es porque se consideran ajenos a la problemática que plantean o ignoran que ellos mismos la padecen? O como en el caso siguiente: “yo no tengo esa clase de presión […] y espero que sea de mucha ayuda para ellos [quienes sufren esa presión]”.

          Resulta por demás evidente que, muchas veces, el estudiante sólo envía respuestas de compromiso, se limita a cumplir con la obligación que representa hacer la tarea. ¿En qué medida podemos fiarnos de frases como “oiga profe, la lectura que me mandó está chida”?; habría que preguntarse: ¿de veras le agradó la lectura o sólo escribe lo que cree que el profesor quiere leer? ¿Cómo descubrir la diferencia? Escribe una alumna: “GENIAL!! Esto sí me agradó mucho!”, significa que todo lo anterior no le interesó, a pesar de haber asegurado, en correos previos, lo contrario.

          ¿Hay que creer, también, que las lecturas influyen positivamente en su desempeño académico, y cumplirán promesas como: “me dieron algunos consejos de cómo estudiar y aprender mejor y me servirá mucho y los pondré en práctica”; “ahora ya construiré un horario”; voy a “estudiar de una manera más sistémica”? “Leí las lecturas y copié y pegué lo que me pareció importante”: en ocasiones dan indicios sobre su manera de trabajar.

          Hay un dato valioso que dan los jóvenes sobre sus estilos de aprendizaje. Gardner, un psicólogo de Harvard, postuló hace unas tres décadas su teoría de las inteligencias múltiples, la cual ha influido notablemente en educación. Basados en ella, podemos descubrir la mejor forma que tienen los jóvenes para aprender. Hay quienes se sienten cómodos con el ejercicio: poseen una inteligencia corporal-kinética; otros, disfrutan la lectura: inteligencia lingüística. Asegura un estudiante: “si te relajas con un poco de música y estudias al mismo tiempo, a mí en lo personal me funciona”: inteligencia musical. Una vez identificada la inteligencia del joven, podemos diseñar actividades que le permitan aprovecharla y mejorar su desempeño académico. Como tutores, deberíamos mostrarle al estudiante su inteligencia, para que él mismo busque aprender de acuerdo con ella y, de ser posible, pasar la información al resto de los profesores para que adapten su estilo de enseñar y el diseño de las actividades escolares.

          Hay, por último, cierta clase de información que, de ser verificable, define explícitamente la personalidad del remitente. Doy algunos ejemplos: “Mis padres siempre tratan de demostrarme su apoyo, su cariño, su confianza, su comprensión de alguna forma u otra”; “siempre yo hago caso a mis instintos”; “es mejor juntarnos con aquellos compañeros con los que tenemos algo en común”; “esta lectura es buena para mí porque no sabía cómo ser mejor estudiante”; “espero dejar mi timidez y miedo atrás y ahora participar en clase para aprender y resolver mis dudas”; “no debería existir ese miedo al participar, al fin y al cabo nadie es perfecto y de las equivocaciones y las correcciones todos aprendemos”; “no todos tienen el valor de pedirle al profesor” aclaraciones sobre alguna exposición o sobre las dudas; “me ayudó a darme cuenta de que estaba equivocado”; “con el simple hecho de que los padres pongan atención a la calificación de nosotros ya es importante para nosotros”.

          El tipo de respuesta nos da otros indicios: si son breves o esquemáticas, o si por el contrario son más específicas, revelan bien a un lector superficial, a aquel que sólo cumple con lo mínimo, o bien a alguien que se esfuerza por ir más allá de lo que se le solicita. Estas respuestas nos ayudan, también, a corroborar algo que quizá sólo intuimos o que consideramos probable.

          Dar seguimiento a los correos de un mismo estudiante permite descubrir las contradicciones o las falsedades de las aseveraciones o, más importante, definir con mayor nitidez su personalidad. Cierro esta exposición con la identificación de las isotopías de tres correos que me envió MA (por razones obvias identifico al joven sólo con sus iniciales). Los conservo aún, por supuesto, y los tengo a la vista mientras registro estas notas.

          Sus correos evidencian a un joven con un pensamiento disperso, desorganizado, tendiente a la ensoñación y a la fantasía. Es autocompasivo y dado a convertir su vida en un drama. En sus relaciones demuestra cierta incapacidad para mantener lazos fuertes y estables con otros; revela también su necesidad de ser escuchado, tomado en cuenta y aceptado. Se muestra como un joven solitario, aislado. De hecho ya me había referido a él en otro momento de este trabajo: en su cuenta de Hotmail no utiliza sus apellidos, sino que emplea otros, como una manera de marcar distancia con sus padres. Su nombre de usuario ya lo había citado también: “emo_suiciide_”. Todo lo que señalo, deducido de tres de los correos que me mandó, lo corroboré en ulteriores pláticas con él; es obvio que en cuanto recibí su primer mensaje se encendieron las luces de alerta y le sugerí derivarlo al Centro de Orientación Psicológica y Educativa de la Prepa, pero prefirió platicar conmigo y durante el semestre comprobé lo dicho en (y lo deducido de) sus correos; incluso su madre habló conmigo: está separada del marido a causa de un adulterio, y ella se pasa la vida recriminándole al hijo por ser tan flojo y apático. Este rasgo también se deduce de sus correos, además de su comportamiento infantil, su inestabilidad emocional (me manda un día un correo deprimente y al siguiente uno muy eufórico), su tendencia al chantaje e incluso al suicidio: “como mi mail yo fui un emo aquellos que se cortaban las venas”, confesó en el primer correo.

Conclusión
          Este semestre llamó mi atención el hecho de que dos estudiantes mencionaran que en esta etapa (en el bachillerato) los profesores no se interesan por su situación, por sus problemas. Y como ya señalé en otro momento, es lugar común afirmar que los nuevos recursos de la tecnología tienden a distanciar más a los individuos. Yo, por mi parte, considero lo contrario. Mantener contacto, vía correo electrónico, con mis tutorados, me permite realizar una exploración inicial sobre ciertas cuestiones que me orientan respecto del camino que debo seguir. Algunas intuiciones o conclusiones que derivo de su nombre de usuario o de los mensajes (conscientes o inconscientes) que recibo, me permiten proceder en consecuencia.

          Asimismo, un buen número de profesores se declaran “analfabetos” en el uso de las TIC. Verlas como herramientas impersonales, como simples autómatas o máquinas no los motivan a “alfabetizarse”. Pero lo que se intercambia con los otros (en este caso, profesores-alumnos) son mensajes, y los mensajes revelan la personalidad de quien los emite, y eso nos permite mantener un contacto humano, emocional, íntimo, que es lo que a fin de cuentas construye las relaciones.

          Así pues, como docentes, como profesionistas y como personas debemos buscar que las TIC nos permitan volver más próximo, más humano, el proceso de enseñanza aprendizaje; es decir, busquemos convertirlas en herramientas para acercarnos (y permitir a los jóvenes acercarse) más a nuestros tutorados.

Propuesta
          Algunos profesores de informática que conocen mi estilo de trabajo me han sugerido que, en lugar del correo electrónico, me valga de recursos más prácticos y versátiles para este mismo fin, como la plataforma Moodle. Me he enfrentado a ciertos obstáculos de orden práctico para llevar a cabo esta propuesta, pero considero que es viable.

          Me parece que se podría crear una página en la que se incluyan los artículos que los muchachos consideraran más interesantes o más provechosos para su desarrollo académico y personal. Esta página, por supuesto, tendría que irse actualizando de acuerdo a los requerimientos de su implementación y su operatividad.

          Otro medio que considero valioso incluiría la identificación de páginas y recursos de internet que pudieran auxiliarnos en el trabajo tutorial, y ponerlos a disposición tanto de profesores como de alumnos.

          Para las anteriores propuestas habría que considerar tanto las necesidades individuales de los jóvenes como las grupales, así como los requerimientos académicos del profesor, del área de tutorías y de la institución.

* Ponencia presentada en el XIII Congreso de Orientación Educativa, realizado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en noviembre de 2012.

Bibliografía
Armstrong, Thomas (2002). Las inteligencias múltiples en el aula. Buenos Aires: Manantial (Biblioteca del docente). Traducción Marcelo Pérez Rivas. Prólogo Howard Gardner.
Gardner, Howard (1994). Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples. México: Fondo de Cultura Económica.
Pérez Martínez, Herón (2000). En pos del signo. Introducción a la semiótica (segunda edición). Zamora: El Colegio de Michoacán.
Torres Nabel, Luis César (2007, diciembre). “De las identidades digitales 1.0: Los nicknames y las mutaciones del lenguaje en el ciberespacio”. Ágora, revista académica y cultural del SEMS, 7, 28-30. Guadalajara.
Vevia Romero, Fernando Carlos (2000). Introducción a la semiótica. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.

Fuentes de internet:
Center for Young Woman’s Health (2012). “Presión de los compañeros”. Recuperado el 13 de octubre de 2012, del sitio web del Centro para la Salud de Jóvenes Mujeres. Boston:
http://www.youngwomenshealth.org/presion_de_los_companeros.html
Gardner, Howard (2012). “About. Biography of Howard Gardner”. Recuperado el 13 de octubre de 2012, del sitio web del autor. Cambridge:
http://howardgardner.com/biography/

 

 

 


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