Piggie tails blues

I

… ¡por los mil diablos! siempre mintió sobre el abandono de su esposo, la muerte de sus padres, el olvido de sus hijos.

          Todo era mentira: la enfermedad cardiaca, la frialdad de su cama, los santos protectores y su alma bondadosa.

          Todo mentira: la infertilidad de su vientre, las lágrimas de tristeza y la promesa de esperarme toda la vida.
Engaños grandes y viles como la ballena de Jonás, cuentos chinos cómo la huella del dragón...

II

         Su primo Roberto era gerente del banco, mi cómplice y un traidor, me arrestaron al día siguiente del asalto. Se me juzgó por robo y los asesinatos a sangre fría de las cajeras y el guardia a quienes Roberto, sin piedad, había disparado a la cabeza. Cumpliría mi condena en la prisión estatal confinado en el pabellón de los condenados a muerte y los desahuciados.

          Durante el primer mes recibí su visita a diario, al segundo mes cada semana, durante el tercer mes recibí sólo dos cartas, seis meses después un telegrama: Estaré con tía Clemencia en las montañas. Besos, Después sólo el silencio y mis recuerdos. La esperanza de verla otra vez me impulsó a sobrevivir en ese purgatorio.

         Ansiaba obtener la libertad, así que no tuve dudas en ser espía y soplón del director del reclusorio. El precio que pagué  por el indulto fue alto. Viví años de terror pues todos los presos se esforzaron en hacer aún más miserable mi existencia.

         Al fin libre no esperé ni un día para buscarla. Viajé varias semanas hasta llegar a mi destino. Esperanzado crucé el lago en un pequeño bote pesquero. Pensaba en ella, la imaginaba sentada bajo la sombra de un árbol bordando en una manta nuestros nombres entrelazados. Nunca imaginé la terrible verdad que me aguardaba.

III

          Desde el lago, a lo lejos, se divisaba un palacete colonial y a sus alrededores campesinos y pastores afanados en sus faenas. La bucólica escena inflamó mis ilusiones. En cuanto atracamos en el embarcadero corrí hacia la  enorme finca. En el centro del jardín principal, bajo la sombra de un enorme árbol, la vi recostada en un diván. Me pareció más hermosa que nunca; Roberto hincado, se afanaba en perfumar, besar y acariciar sus delicados pies. Su tía Clemencia le cepillaba el cabello y alrededor del diván unos gemelos desnudos correteaban... asombrado descubrí que de entre las nalgas de los querubines emergía erecta su cola de puerco rosa y peluda...
La sorpresa me impidió advertir a los tipos que por la espalda me derribaron, arrastrándome hacia fuera de la propiedad.

          Ante mis gritos y súplicas no se conmovió, con los ojos cerrados y con una seña indicó a sus sirvientes que siguieran con mi desalojo; Roberto corrió hacia mí, estiré un brazo creyendo que venía en mi ayuda, en respuesta recibí un escupitajo y el  golpe con su bastón me hizo perder el sentido...

IV

… desperté horas después tirado en el muladar de la hacienda, justo a tiempo para evitar que los gallinazos y las ratas me devoraran. Tirado al fondo de una de las fosas cavadas alrededor de la enorme fábrica de embutidos, como en un mullido lecho de carroña envuelto por despojos de bestias y hombres. El horror me hizo vencer mi debilidad, con muchas dificultades llegué hasta el embarcadero. Un viejo pescador se apiadó de mí y me llevó ocultó en su desvencijada barca hasta la otra orilla, lejos de los esbirros de Roberto y de mi amargo desengaño.

Diciembre 2012

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